Cuando la vicepresidenta Carmen Calvo anunció el próximo Consejo de Ministros en BarcelonaCarmen CalvoConsejo de Ministros en Barcelona, el tono era casi comparable a la convocatoria de una barbacoa entre amigos. Sin camaradería, pero con un punto de distensión. Mentaba el "marco de normalidad", explicaba que Pedro Sánchez y Quim Torra se encontrarían en contrapartida a la visita del 'president' a la Moncloa y repetía que Sánchez "se reunirá con lealtad y normalidad con el presidente de todos los catalanes". No hace mucho, de todo esto. Y todavía añadía: "Hay una vía abierta que no podemos minimizar: la normalidad con la que trabajamos día a día".
Ha pasado un mes y ahora aquel Consejo de Ministros empieza a parecerse a la resistencia de las tropas en Little Big Horn, esta vez en la Llotja de Marla Llotja de Mar, empeñadas en defender los postulados constitucionalistas con "las fuerzas que sean necesarias", y dispuestos, los otros, a dinamitar la llegada del Ejecutivo, visto como un insulto colonialdinamitar la llegada del Ejecutivo. En medio, una dolorosa y lacerante huelga de hambre, unos disturbios que no son una revuelta ni "el viento huracanado" que dice Pablo Casado, sino una protesta como tantas otras, y una electrizante combinación de hechos que anuncia la tormenta perfecta para el día 21.
Entre la vía ibuprofeno (calmar la inflamación) y la vía quirúrgica (el enloquecido recurso a la amputación), empujados al delirio, quizá todavía podríamos encontrar la vía eclesial, de Pablo Iglesias, una voz sensata antes del caos.