Las noticias falsas

La verdad sospechosa

Malos tiempos los que nos tienen sospechando a todas horas, en perpetuo desequilibrio; malos tiempos los del odio

Carles Francino, José Antonio Zarzalejos, Ana Pastor y Enric Hernàndez (de izquierda a derecha), en el debate sobre verdad y ’fake news’ durante la entrega del premio de Periodismo de EL PERIÓDICO. / DAVID CASTRO

Cuatro ilustres periodistas encima de un escenario comparten sus opiniones sobre la verdad y las 'fake news'la verdad y las 'fake news' (¡Vade retro, Satanás!). Uno de ellos sugiere que debemos afinar la terminología: si son 'fake' no son 'news'. Evidente: una falsa noticia no es una noticia como una falsa manzana no es una manzana, es, llana y simplemente, un engaño, una mentira. Otro cree estar convencido -muy a su pesar-  de que en el origen de estas falsedades, de esos bulos, hay siempre un componente de odio. Ancestral, algunas veces. Repentino, otras. Visceral. De acción/reacción. Impredecible. Sigue la conversación por derroteros instruidos –lógico, dada la calidad de los ponentes-, mientras a mí me parece advertir que aquel runrún de voces, como pasadas por un filtro de efectos especiales, aumenta y aumenta hasta convertirse en un eco que desborda el escenario para ocupar el teatro entero. Caigo en la cuenta, entonces, desde mi particular y quizás deformada perspectiva, que es el teatro el que nos succiona, nos engulle y nos hace suyos, el que nos acoge en lo que, por definición de siglos, ha sido considerado como templo de la verdad.

Y es que en el teatro no hay mentiras porque las desactivamos de entrada, porque en cada representación convenimos todos a una en creer como verdad lo que sabemos que no lo es, porque aceptamos el engaño de manera voluntaria, y porque es a través del engaño, desbrozando y desbrozando, que llegamos a la verdad al final de la función. Ahí esta Pirandello, por ejemplo, sugiriendo: “Así es, si así os parece”. Diabólico, porque obliga al sano ejercicio de la duda y hace recaer en nosotros la última palabra. O uno de nuestros clásicos, Ruiz de Alarcón, que ya en 1634 nos apercibía de 'La verdad sospechosa'.

Malos tiempos los que nos tienen sospechando a todas horas, inestables, resbalando, en perpetuo desequilibrio. Malos tiempos los del tuit que llega casi siempre en forma de dardo mañanero. Malos tiempos los de la desconfianza y la incredulidad. Malos tiempos los del odio. Malos tiempos.

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