Análisis

Aire fresco para el capitalismo

El presidente de Foment del Treball Nacional, Josep Sánchez Llibre. / JOSEP GARCIA

Al inicio de la crisis, abundaron voces bienintencionadas que confiaban que el enorme desastre en que nos íbamos sumiendo, sirviera para comprender su porqué más profundo, como primer paso para una mejor regulación de un capitalismo que, descontrolado, mostraba la peor de sus versiones. Transcurrida más de una década, de poco o nada ha servido la amarga experiencia, más allá de aportar ajustes técnicos en ámbitos financieros.

Estos días he pensado en ello, a raíz de las dificultades por consensuar un incremento del salario mínimo. Una medida que debería haber surgido del poder económico o, por lo menos, no haber sido recibida con recelo, y con unas advertencias acerca de sus efectos sobre el empleo y la estabilidad macroeconómica que suenan a excusa. Lo que realmente subyace es una batalla ideológica, que viene de lejos y que se creía totalmente ganada.

Tras la caída del Muro de Berlín, hemos vivido unas décadas dominadas por aquella hegemonía cultural que, simbólicamente, bendice Margaret Thatcher con su expresión La sociedad no existe, lo que existe son mujeres y hombres. Previamente, la prioridad en Europa fue, precisamente, la sociedad, que la cohesión entre los ciudadanos fuera la mejor vacuna ante un comunismo que controlaba medio mundo, y amenazaba a buena parte del otro medio. Diezmado el bloque soviético, un capitalismo desmelenado nos ha pillado sin defensas, fracturando esa sociedad que tanto molestaba a la Premier británica. Curiosamente, fue esa sociedad made in Thatcher la que condujo a un Brexit que, lentamente, se va convirtiendo en una pesadilla para los británicos. Extraordinario legado de  Margaret Thatcher.

Para evitar los populismos las élites deberían mandar un mensaje de compromiso claro con la sociedad 

Recomponer las sociedades occidentales no es tarea sencilla y, de seguir perdiendo el tiempo, los llamados populismos irán ocupando nuestros parlamentos. Para evitarlo, desde las élites debería mandarse un mensaje claro de compromiso con toda la sociedad. Entendiendo que no se trata de apelar a la bondad, en forma de caridad, filantropía o solidaridad. Se trata de dejarnos guiar por los intereses, pero a largo plazo. Entender que la pervivencia del capitalismo exige renuncias de todos y, hoy, señales evidentes de empatía. La defensa de un salario mínimo más digno constituía una excelente oportunidad.

Por todo ello, me sorprende ese rechazo, más o menos explícito, pero que sale de lo más profundo, con que son recibidas propuestas como la subida del salario mínimo. En este sentido, constituye un cierto alivio que el nuevo presidente de la patronal catalana, Josep Sánchez Llibre, muestre una postura firme y razonada a favor de dicho incremento. Si me permiten mis lectores, un poco de publicidad para mi admirado José Mercé. Nada mejor para acabar este artículo que hacerlo como él, el pasado viernes en el Palau. Como es habitual, finalizó su recital con Aire, cuyo estribillo dice: Aire, aire pasa, aire nuevo, aire fresco, alegría pa la casa. Pues eso, aire fresco para el capitalismo. Y un poco de alegría para quienes menos tienen.