Dos miradas

Pristina limpieza

La capacidad camaleónica del candidato Manuel Valls será uno de los atractivos de los próximos meses. Se adaptará a todo

Manuel Valls, durante la presentación de su libro ’Barcelona, vuelvo a casa’. / Albert Bertran

Es difícil elegir la declaración más estrambótica de Manuel Valls, aunque hay una que tiene todos los números para ser la ganadora. "Ser republicano no es oponerse a la monarquía sino a la tiranía". La deberían grabar en una de estas baldosas barcelonesas que Valls ha elegido como emblema de la precampaña. Y después, ha puesto ejemplos, los de siempre, los más tópicos, para demostrar que un republicano no es necesariamente un demócrata. Venezuela. Sí, por supuesto. O Brasil. También entra en la lista Brasil, que Valls se ha apresurado a comparar con Catalunya, por todo eso de los populismos que van al alza. Como si él no hubiera dicho hace cinco años - y ahora lo niega - que "los gitanos tienen modos de vida extremadamente diferentes de los nuestros y es ilusorio pensar que lo arreglaremos con inserción; debemos desmantelar los campamentos y llevarlos a la frontera, porque lo que ellos quieren es volver a Rumanía".

Hay repúblicas que tienden al fascismo. Y monarquías que también lo hacen. Pero, esencialmente, un republicano es alguien que se opone a la monarquía, tanto da cómo lo disfracemos. Pero bueno, Valls a lo suyo, sin manías. La capacidad camaleónica del candidato será uno de los atractivos de los próximos meses. Se adaptará a todo. Aprovechará cualquier circunstancia para recalcar que vivimos en una tragedia de tirantez y suciedad, bajo el prisma único de la pristina limpieza del patriota antinacionalista, del republicano monárquico, del oxímoron encarnado.