Peccata minuta

Subtítulos

Al despertar de mi pesadilla, con un paño húmedo en la frente, mi galeno, más dulce que nunca, me espetó: "No son gigantes, Joan, solo molinos"

Imagen de archivo del CN Barcelona / JUAN LUIS ROD

Hace tiempo me encontré francamente mal: dolor de cabeza, en las articulaciones, falta de apetito y concentración, mareos, vómitos... y, en consecuencia, pedí hora a mi amigo de cabecera, el gran doctor Gaspar. Ya en su consultorio, le relaté detalladamente todos mis síntomas, que él escuchó atentamente. Al final de mi monólogo, Oriol desencapuchó su Montblanc y sobre una receta en blanco escribió: "Matricularse urgentemente en el Club Natació Barcelona". Y luego, para celebrar que estábamos vivos, nos fuimos a comer, abusando de algunos nutrientes que su médico le tenía medio vetados a él y él a mí. No, no me apunté al CNB, pero sí a un gimnasio cerca de casa al que nunca acudí, porque, como es sabido, con solo pagar la mensualidad ya es como hacer dos horas diarias de máquinas y media de sauna.

Hace meses que me vuelve a pasar lo mismo, pero -por decirlo rápido y mal-, ahora es más mental que físico; y ante la imposibilidad de darle la tabarra a Oriol, que hace dos años decidió largarse al otro barrio, me he encomendado a la sabiduría psiquiátrica de mi también amigo y maestro en almas T. B. No en un diván, pero sí en una mullida butaca, empecé a balbucear: "Veo subtítulos, doctor, por todas partes, subtítulos..." T. B. me pidió mayor concreción y, después de un notable esfuerzo de sudor y síntesis, proseguí: "Sí, subtítulos, subtítulos que me acusan, me reprenden, me avergüenzan, me dicen que no estoy a la altura, que no soy un buen ciudadano... y me impelen a salir a la calle... a obedecer hasta las últimas consecuencias un mandato popular inapelable... y lo peor es que todos y todas están de acuerdo entre ellos y ellas... y yo me siento solo, solo, muy solo, y tengo miedo, pánico, ¡de ser una cucaracha!

Ante mi creciente desasosiego y contra toda norma sanitaria, el buen doctor me invitó a encender un 'piti', y después de un denso silencio, desde su balsámico bigote, me pidió: "Y esto, amigo mío, ¿dónde y cuándo te acostumbra a suceder?". Y fue entonces cuando, adivinando también subtítulos en el humo del tabaco y el bigote, empezó el delirio: "'¡Tot es mou'!"..."¡República!"..."¡Preguntes!... ¡FAQS!... ¡Freqüents!... ¡FAQS!"... "'¡Brussel.les!'"..."'¡Poble català!"... "'¡Més 3/24!'..." "¡Sanchis!"... "'¡Carrer'!!!"

Al despertar de mi pesadilla, con un paño húmedo en la frente, mi galeno, más dulce que nunca, me espetó: "No son gigantes, Joan, solo molinos; no son subtítulos distópicos, solo tuits que envían tus conciudadanos a algunos programas televisivos". Mareadísimo, respondí: "¿Y por qué, Toni, siendo solo la mitad, parece que sean todos?" T. B. sacó la misma receta en blanco que O. G. algunos años atrás y anotó: "Llamar al antenista y que te desintonice TV-3".