Dos miradas

Los niños, los niños

Fomentar un espacio de relación donde el compartir se imponga al competir, donde la experiencia vital o el cariño sean más relevantes que la información a granel, puede ser revolucionario

La residencia para la tercera edad Orepa, en Meco (Madrid), tiene una guardería en el mismo edificio para que abuelos y bebés realicen actividades juntos. / JOSÉ LUIS ROCA

Mayores y niños. Toda una vida de experiencia de la mano de los que lo tienen todo por hacer. La generación que vivió décadas sin conocer las pantallas charlando con la que crecerá sin despegar los ojos de ellas. El reportaje de Olga Pereda sobre el auge de los programas intergeneracionales que fomentan el contacto entre la tercera edad y los más pequeños brinda algo más que información, derrocha ideas interesantes, propuestas que llevan a la reflexión y, especialmente, altas dosis de emoción.

“¡Los niños, los niños!”, exclaman los ancianos al reconocer que han abandonado las paredes de su residencia y se disponen a adentrarse en el mundo colorido de la guardería instalada en el mismo edificio. El relato de los paseos de pasos vacilantes invita a pensar en todo lo que podríamos hacer si nos planteáramos el bienestar como algo global, que integre a toda la sociedad y que trabaje sinergias de colaboración entre colectivos.

Tenemos herramientas sociales para ser más felices. No requieren ingentes presupuestos ni tecnologías avanzadas, solo pensar un poco más con el corazón. Rechazar la idea de que somos algo más que cuerpos destinados a producir, a llegar vivos al fin de la hipoteca y a consumir ansiolíticos. Al fin, fomentar espacio de relación donde el compartir se imponga al competir, donde la experiencia vital o el cariño sean más relevantes que la información a granel, puede ser revolucionario.