A PIE DE CALLE

Impuestos: cuánto y cómo

Uno de los principales frenos a la lucha contra la pobreza y la desigualdad en países en desarrollo es la terrible fragilidad de sus sistemas tributarios

Imagen de una oficina de la Agencia Tributaria durante una campaña de la declaración de la renta. / EFE / PÉREZ CABEZA

Asistimos a un pico del debate sobre la tributación en España: una combinación de ideología, percepciones, egoísmos y expectativas sobre más gasto social.

Los impuestos son un asunto tan simple en sus principios como complejo en su despliegue. Inciden en la desigualdad y la cohesión. Permiten financiar políticas sociales. Es frecuente abogar por menos impuestos y exigir calidad y universalidad sin recortes, en salud, educación o pensiones: lo imposible. De hecho, uno de los principales frenos a la lucha contra la pobreza y la desigualdad en países en desarrollo es la terrible fragilidad de sus sistemas tributarios. Por eso, en cualquier país,  deben ser prioridad.

Apunto algunos datos para desmontar mitos:

España recauda poco y mal: a pesar de haber recuperado el volumen precrisis, la hacienda española tiene una brecha de 7 puntos del PIB respecto a la media europea.

El sistema se ha hecho más regresivo: el 20% más pobre de la población dedica a impuestos la misma parte de su renta que el 10% más rico. El 83% de lo recaudado viene de las familias. Antes de la crisis era el 74%.

El impuesto de sociedades

El quid está en el discutido impuesto de sociedades que ha caído a la mitad de su recaudación (20.000 millones menos) cuando las grandes empresas han recuperado los niveles de beneficios y resultados. Es un impuesto regresivo en la práctica: las pymes tributan al 15% efectivo mientras los grandes grupos empresariales lo hacían al 6,4% en el 2016. No cabe el argumento de la tributación previa de beneficios repatriados. En el 2007, estos grupos tributaban el doble en sociedades y contaban con una presencia global similar a la actual. Hay casi mil filiales del Ibex en paraísos fiscales.

Algunas medidas que pueden considerarse bien orientadas son:  

1. Para sociedades se plantea asegurar un mínimo del 15% a grandes empresas, por debajo del cual no se aplicarían deducciones ni exenciones, que se revisarán. Se endurecería el tratamiento de los “activos fiscales diferidos” que han permitido a varias empresas del Ibex 35 contribuir menos.

2. Los impuestos a la banca y a las transacciones financieras tienen recorrido y España debería impulsarlos en la UE.

3. Estamos entre los países europeos que menos recaudan por IRPF. Además de revertir la nociva reducción del tipo máximo realizada por el PP, y subirlo para las rentas por encima de 140.000 euros, hay que revisar las deducciones que minan su capacidad recaudatoria y su progresividad.

4. Hay amplio espacio para 'impuestos verdes' que fomenten prácticas sostenibles. Cuidando de que no se conviertan en nuevos impuestos al consumo.

5. Existe consenso sobre la necesidad de un impuesto a las grandes empresas tecnológicas, que eluden impuestos a través de ingeniería fiscal, y compiten deslealmente.

6. La lucha contra el fraude, para ser creíble, deberá empezar por una revisión de la lista de paraísos fiscales española ante la desdibujada lista europea: ahora incluye a Namibia, pero no a las Islas Caimán.

Las cifras muestran que países con sistemas tributarios potentes, tipos elevados para rentas altas, bajas exenciones y control del fraude son más productivos y menos desiguales. Durante la crisis, y en años posteriores, hemos ido en la dirección contraria: menos recaudación, más regresiva. Mientras se aborda la necesaria reforma integral del sistema fiscal español, urge reducir la desigualdad y luchar contra la pobreza y la exclusión con un gasto social bien dirigido. Coraje para andarla.