Dos miradas

Lo que sí toca (1)

Ahora toca hablar de lazos y fronteras... Mientras, nuestras vidas hacen equilibrios sobre cables que no controlamos

Una persona pide limosna en el Paseo de Gràcia de Barcelona.   / ALBERT BERTRAN

“Ahora no toca”. Con esta frase zanjaba Jordi Pujol la agenda de los temas a tratar. Los amos del lugar suelen dejar claro la extensión de sus dominios. Y parece que los ciudadanos tenemos tendencia a rendirnos a las agendas marcadas. Ahora toca hablar de lazos y fronteras… Mientras, nuestras vidas hacen equilibrios sobre cables que no controlamos.

Borramos las clases sociales de nuestro vocabulario porque abandonamos la conciencia de pertenecer a ninguna. Éramos individuos. Individuos únicos, inigualables. Todo dependía de nuestra capacidad, talento, ingenio, competitividad… Convertimos esas palabras en enseñas. Eran bellas, limpias, no olían a sudor ni a mugre. A muchos les fue bien, otros muchos siguieron avanzando con ánimo, creyendo tocar el sueño con las yemas de sus dedos, y otros se fueron hundiendo en la pesadilla de la miseria, solo que habíamos aprendido a llamarla fracaso. Nos acostumbramos a mirarnos en el espejo y a creer que la solidaridad estaba reservada a las oenegés. Y la crisis estalló.

Llegó, la sufrimos y dicen que pasó. Aprendimos que hay escalas en la pérdida. Los que se quedaron sin nada, los que ya solo les queda la red, los que se han acostumbrado a hacer equilibrios… ¡Mirad el cable!, nos dicen. ¡O arriba!, a ese horizonte de colores. Todo menos enfrentarnos a la voracidad de un sistema que se alimenta de nuestra precariedad. Esa, precariedad, la palabra que ahora corona nuestro vocabulario.