El DEBUT DEL ASTRO AZULGRANA

Viaje al centro de la nada

La bicampeona no sale en ninguna lista de favoritos, ni siquiera para darle el beneficio a Leo Messi y su cuarto Mundial

Leo Messi, durante el partido de Argentina contra Islandia. / Antonio Calanni (AP)

¿Que quién va a ganar este Mundial? Somos incorregibles. La pregunta nos quema en la lengua, y esto no ha hecho más que empezar. Seguimos recordando la Holanda finalista de Alemania 74, o ese Brasil que encandiló a todo el mundo en España 82, pero nadie se pregunta quién jugará mejor en este Mundial. Todos queremos saber quién levantará la Copa el próximo 15 de julio. Estos días resulta enternecedor echarles un vistazo a las casas de apuestas británicas, las de toda la vida, porque indican que seguimos pensando con el corazón. Ahora mismo dominan los sospechosos habituales: Brasil, en primer lugar, seguido de Alemania, Francia y España.

Otro asunto son las predicciones que hacen los grandes bancos mundiales, cuyos analistas juegan con los algoritmos y estadísticas para dar su opinión. Así, en Goldmann Sachs tienen claro que el campeón será Brasil, los holandeses de ING creen que ganará España, en una final contra Francia, y el banco suizo UBS le da la victoria a Alemania. Resulta enternecedor, digo, porque ni el corazón ni el olfato económico pueden calcular el futuro, es decir, un error como el de De Gea, o un penalti señalado por el VAR para que Griezmann marque su primer gol para Francia en este Mundial.

Los barbudos de Islandia

Discurría sobre todo eso esperando el inicio del Argentina-Islandia, quizá para no pensar que la bicampeona no sale en ninguna lista de favoritos, ni siquiera para darle el beneficio a Leo Messi y su cuarto Mundial. Cuando los equipos saltaron al campo, me fijé en la camiseta de los argentinos: el dorsal recuerda a los números de los videojuegos Arcade, como un homenaje a la selección que campeonó en México 86 con Maradona... Pero luego veía a los futbolistas islandeses, esa alineación de barbudos 'hipsterssons', y pensaba que algunos partidos del Mundial los debería comentar el National Geographic. El contraste cultural es riquísimo, me decía, será un partido exótico, y me acordaba de 'Viaje al centro de la Tierra', la novela de Julio Verne que empieza precisamente con tres exploradores que se meten en un volcán islandés para descender hacia el corazón de la Tierra.

Los islandeses son tipos carbónicos, y salieron a jugar con el impulso sulfúrico de un géiser. Por contraste, Argentina dio la impresión que detenía el tiempo. Todo iba muy lento, como la lava: los jugadores argentinos tocaban el balón, se movían, pero no avanzaban. Solo de vez en cuando un fogonazo del Kun Agüero, o un paradón del portero islandés, nos recordaba que vivíamos en el presente. Ni siquiera Sampaoli hacía sus aspavientos habituales en la banda.

En esa sopa, era demasiado habitual ver a Messi intentarlo todo, como un explorador en solitario, trazando combinaciones por el centro del área, pases de tiralíneas que siempre terminaban mal y además le desmoralizaban (Messi sería un mal actor). Lo peor no fue el penalti fallado por el 10 argentino, sino la sensación de que ahora mismo ese equipo está lejos de llegar al centro de algo. Le hará falta un giro de guion en el siguiente capítulo, un volcán en erupción que les propulse hacia arriba, más allá del empate.