El nuevo Ejecutivo de Pedro Sánchez

Calibrar el rumbo

Todos los partidos que dieron apoyo a la moción tienen incentivos para mantener la cooperación y disipar el fantasma electoral

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado lunes.  / JOSÉ LUIS ROCA

En apenas una semana la política española ha experimentado un giro de 180 grados. El socialista Pedro Sánchez es presidente del Gobierno, Mariano Rajoy ha sido depuesto y ha abandonado la jefatura del PPPodemos ha apoyado a los socialistas sin reservas, los independentistas catalanes han censurado a Rajoy y aun sin querer han dado un voto de confianza a los socialistas y el PNV no ha tenido más remedio que retirar su apoyo al PP por miedo a quedarse casi solo. El único partido que no se ha movido ni un ápice ha sido Ciudadanos.

Hasta ahora el comportamiento de los partidos respondía a unos cálculos basados en la existencia de una particular relación de fuerzas, en la posición institucional que ocupaban, en sus expectativas electorales y en una determinada previsión del calendario electoral. Y es precisamente todo esto lo que se ha visto alterado. Hay una nueva aunque circunstancial mayoría parlamentaria, hay una nueva oposición, posiblemente las expectativas electorales se hayan modificado y reina la incertidumbre en cuanto al calendario. Y en este nuevo escenario los partidos han de decidir qué rumbo tomar.

Todos los partidos que dieron apoyo a la moción, incluido el proponente, tienen incentivos para mantener la cooperación, aunque sea en aspectos parciales, y disipar prudencialmente el fantasma electoral. A Podemos para aparecer no solo como un partido responsivo sino también como un partido responsable y para acabar de purgar el error del 2016, a los nacionalistas vascos para cobrarse lo obtenido en los presupuestos y a los partidos independentistas catalanes para tratar de abrir el diálogo y normalizar las relaciones intergubernamentales, aunque no está claro que el conjunto del independentismo, en particular Junts per Catalunya y la ANC, avalen esa senda. Y al PSOE le interesa para tratar de recuperar terreno perdido ante los nuevos partidos y empezar a esbozar su proyecto para España.

De momento la composición y el diseño del Gobierno son toda una declaración de intenciones. Un Gobierno con la mayor presencia femenina de la historia recoge el clamor del 8-M, una ministra de Economía europeísta, un ministro de Exteriores de dilatada trayectoria y conocido por su beligerancia con los excesos del independentismo, una ministra de Trabajo crítica con la reforma laboral,  una ministra de Justicia exfiscal y experta en lucha antiterrorista, una ministra de Administraciones Públicas catalana y firme defensora del federalismo y hasta un exastronauta al frente de Ciencia, Innovación y Universidades. Un Ejecutivo feminista militante que ofrece 'expertise', solvencia económica, europeísmo, política social y firmeza con Catalunya, al tiempo que diálogo. Una ambiciosa carta de presentación con la que pretende achicar espacios simultáneamente con Podemos y Ciudadanos.

Este último, muy descolocado, se enfrenta al dilema de si seguir compitiendo con el PP, ahora por liderar la oposición,  o de si trata de buscar un perfil más cooperativo que amplíe su futuro potencial de coalición y le evite quedarse aislado. Y el PP ha de decidir si opta por una oposición responsable o por un 'revival' de la crispación.