El tablero catalán

Ruido, furia y diarrea

No parece que entre los actores del escenario maloliente tras la investidura de Torra haya nadie dispuesto a callar

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, saludando a Pedro Sánchez. / DAVID CASTRO

"¡Apágate, breve llama!", dice Shakespeare por boca de Macbeth, "la vida no es más que una sombra que camina, un pobre actor que en el escenario se pavonea y consume su momento, y entonces ya no se le oye nunca más. Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y que no tiene ningún sentido". Estas palabras vinieron a rescatarme en pleno debate de investidura, y más tarde, cuando muchos medios de Madrid -en un ejercicio de indecencia sin precedentes del periodismo en la democracia actual-, en lugar de dedicarse a informar, empezaron a opinar desde la noticia, tirando mierda sobre un presidente elegido democráticamente. Una mierda que emitía un hedor antiguo, y sin embargo muy parecida a la que había tirado antes él mismo, un articulista incendiario ahora doblado de presidente, y este combate de mierda y mierda enseguida encontró quien quería amplificarlo, ya fuera desde la palestra pública de un Parlamento, ya escribiendo artículos en la prensa de aquí o de fuera. Y muchos catalanes estábamos debajo, y no hay suficiente paraguas.

Entretanto el ruido y la furia no han parado de crecer, y no parece que entre los actores de este escenario maloliente haya nadie dispuesto a callar. Desde el PP se dice que no se puede gobernar solo para la mitad de la población -una demagogia que conocen demasiado bien- y responden a las propuestas de diálogo con un "¡dentro de la ley!" que suena a amenaza. En pleno alboroto, no es ningún secreto que muchos socialistas han aprovechado para hacer un 'reset' ideológico que les ha hecho virar hacia la derecha, y así Pedro Sánchez propone una reforma penal para adaptar el delito de rebelión a los tiempos actuales (en contradicción con el juez Llarena, por cierto). Hay días en que uno ya no sabe quién es del PSOE y quién de Ciudadanos, y el principal rasgo distintivo es que estos, mientras se sacuden de encima palabras como 'supremacista', o 'xenófobo', hacen cálculos de futuro y se alimentan del griterío y la crispación. Es allí donde hacen el nido, en el ruido y la furia de los demás.