Dos miradas

Fragilidad

'Tres anuncios en las afueras' demuestra que, en medio de la tristeza y el abatimiento, las ilusiones perdidas se pueden recuperar

Los personajes de Tres Anuncios en las Afueras / WAY TO BLUE

Martin McDonagh es un dramaturgo y un cineasta que no tiene mucha confianza en el género humano. Ve las grietas de las relaciones, los comportamientos hostiles, los miedos y los terrores, la extrema individualidad y el egoísmo extremo, y prepara un cóctel en el que mezcla todas estas lacras con un sentido del humor (negro) que, si eres capaz de entrar en él, te permite reír de las abominaciones más execrables en una especie de 'grand guignol' estrambótico. Y, finalmente, tristísimo. Cuando se adentra en esta oscura alma humana, el bisturí que utiliza es implacable. Siempre hay, sin embargo, un pequeño atisbo de esperanza: el del asesino profesional que evita la muerte de su futura víctima cuando ve que está a punto de suicidarse. La salva y así es como se complica la vida.

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En 'Tres anuncios en las afueras', McDonagh da un paso más allá y, sin abandonar el espectáculo del mal, apuesta por un tipo de arte que se parece a lo que describe el ensayista francés Alexandre Gefen. «Emerge una concepción de la escritura y la lectura que yo calificaría de terapéutica: cura, ayuda, repara». Un arte, también el cine, que dice con sutileza y sin el sentimentalismo barato de la autoayuda, que existe la posibilidad de liberarte del sufrimiento. Que hay cosas a preservar, instantes que nos informan que no es cierto que nada se salva del naufragio. Que, en medio de la tristeza y el abatimiento, las ilusiones perdidas se pueden recuperar. Desde la fragilidad.