PECCATA MINUTA

Psiquiatría

La gran innovación que ha introducido el 'Puigdemontismo' es la confundir psiquiátricamente deseo y realidad

Carles Puigdemont, en una rueda de prensa en Bélgica, el pasado mes de noviembre. / OLIVIER HOSLET

Hablo con mi amigo psiquiatra, que me relata que el 'procés' ha perjudicado muchas economías, pero no la suya, que últimamente va viento en popa. Y me lo dice desde la extrema tristeza de quien trabaja para sanar y no para forrarse. Le pregunto si la locura es contagiosa y qué bacteria o virus la transmite. Él, buen profesional, escucha desde una media sonrisa y calla. No hay diván ni notas; apenas dos sillas, un whisky y una coca-cola 'ligth'.

Y yo que le digo que la humanidad, a lo largo de los siglos y sus bucles, se ha ido acostumbrando a los escándalos e injusticias de los reyes, fortunas y gobiernos, así como a la de los jueces, sacerdotes y militares que han trabajado mano a mano con ellos; una prueba fehaciente es la larga hegemonía en las urnas de PPPSOE CiU, partidos que raramente podrían explicarse sin sus respectivas cuotas de engaño generalizado y corrupción, siempre con la patria como aval de sus desmanes. 

La novedad que ha introducido el 'Puigdemontismo' para hacerse con sus objetivos -insisto yo- no es solo interpretar la ley a sus antojos y cambiarla, saltándose otras de mayor arraigo cuando estas no le convenían. No: la gran innovación es confundir psiquiátricamente deseo y realidad, como el jugador de Monopoly que se levanta de la mesa de juego creyéndose propietario de todas las calles, estaciones y hoteles de la ciudad, o el comediante que, ya acabada la función, sigue hablando con la calavera de atrezo, convencido de seguir siendo rey de Dinamarca, Bruselas o Girona.

La locura del Quijote

Estoy convencido de que Puigdemont I de Catalunya y Waterloo, a falta de referentes literarios patrios en materia de extrañamiento mental (Dalí i Pujols fueron dos espabiladísimos cuerdos) optó, tal vez afectado por el síndrome de Estocolmo -ejemplar país nórdico-  por tomar ejemplo del ingenioso  hidalgo de Cervantes para así confundir gigantes, molinos y mejillones. Pero el ingenio es solo falsa inteligencia: un brevísimo destello de cerilla mojada para regresar a lo oscuro. Como Boadella, interruptor de telediarios de TVE para retransmitir en directo su coronación como Albert I de Tabarnia. Dios los crea, como a los reyes, y ellos se juntan. La diferencia es que la locura del Quijote, diseñada por un gran humanista, y por tanto humorista, viene enriqueciendo desde hace siglos a toda la humanidad, y estas farsas actuales, mezcla de “pastorets” y auto sacramental, nos están envileciendo en lo peor de España y Catalunya, cada vez más cercanas en lo peor de sí mismas.

La gran pregunta sería por qué estos personajes tan menudos ocupan las portadas y la atención, como si la cosa fuese en serio. Mi amigo psiquiatra pide la cuenta, paga y dice: "En tiempos de guerra solo hay defensa y ataque. No puede nacer nada nuevo".