Imagino un ring de boxeo. En una esquina, el director del programa dando las últimas instrucciones: «Si contraataca, ¡dale fuerte con algún asunto de su pasado!», «preguntas rápidas, seguidas, sin opción a respuesta», «si te ves apurada recurre a los analistas, recuerda que están frescos y son de los nuestros», «deja que los tertulianos rematen la faena».
Al otro lado del cuadrilátero, un político que no nos gusta, que no es de los nuestros, un político al que machacar para que los otros políticos, los nuestros, los que sí que nos gustan, nos alaben. Al otro lado del cuadrilátero, un 'sparring'.
Compruebo estupefacta cómo el periodismo, en ocasiones, se está convirtiendo en un combate en el que la animadversión ha sustituido a la conversación.
La entrevista ha acabado mutando en un 'show' que protagoniza el periodista en lugar del invitado. No importan las respuestas, pero sí la carga de agresividad en cada pregunta con el único objetivo de noquear al invitado.
Cada programa es una carrera a contrarreloj para ser TT, ese es el verdadero éxito, repercusión en las redes, barómetro efímero. Twitter te dará o no su aprobación. Tu ejecutas, las redes sociales sentencian. Algunos dicen que es periodismo incisivo, no lo creo. El periodismo incisivo profundiza en cada tema, y la profundidad requiere tiempo para argumentar y para escuchar. Es periodismo-boxeo, llamémosle por su nombre.
Encima de un ring
El otro día vi a una política arrinconada en un cuadrilátero televisivo, petrificada ante lo que estaba pasando. Iba a una entrevista y se encontró encima de un ring con todos los elementos dispuestos para dejarla KO.
Creo en el periodismo como alimento indigesto para el poder, pero no creo en el activismo disfrazado de periodismo. No es nuestra función.
Entretodos
Quizá la semana próxima allí donde había un ring haya un 'spa'. Dependiendo del político invitado, hasta tendrá un masaje relajante incluido. De alguna forma habrá que aliviarle la tensión producida por el momento excepcional que vivimos en Catalunya.