Cuando piensas en las películas que tienen como escenario el mundo de la prensa, ¡salen tantas! Solo rascando un poco en la memoria, hay comedias, dramas, melodramas, alguna tragedia. Y la percepción de que los periódicos y su universo son una especie de subgénero altamente productivo, excusa para el relato o fuente de la narración.
La deliciosa Luna nueva, de Howard Hawks y su 'remake', la sensacional (y más ácida) 'Primera Plana', de Billy Wilder. O aquel momento glorioso, en 'El hombre que mató a Liberty Valance', cuando el director del diario afirma: "Esto es el Oeste. Cuando la leyenda supera la realidad, entonces se publica la leyenda". O 'Ciudadano Kane', la mejor de todas, o 'Todos los hombres del Presidente' o 'Spotlight'. O tantas más.
Velocidad y pausa
Pienso en ello después de ver 'Los archivos del Pentágono', que reúne algunas características básicas de este cine de prensa, entre las que destacan las citas gloriosas que pasarán a la historia. Como decide el Supremo, "la prensa está aquí para servir a los gobernados y no a los gobernantes".
De todos los detalles del filme de Spielberg, rodado a toda prisa, excelente, combativo, feminista, me quedo con el elogio artesanal de la linotipia. En medio del ruido, la finura del cajista a la hora de colocar las piezas y componer la portada. La prensa es (o debería ser) esto: velocidad y pausa. Acción y reflexión. Libertad y compromiso con las personas. Pensamiento y valentía en el momento de decir: «Venga, va, hazlo».