Dos miradas

Foso y fosa

El Mediterráneo no une y se convierte en una excavación profunda para evitar que 'ellos' entren en la fortaleza europea, en un cementerio de personas sin nombre y sin papeles

Inmigrantes subsaharianos reaccionan tras ser rescatados por integrantes de Proactiva Open Arms, en el Mediterráneo central, el 12 de enero del 2017. / AP / OLMO CALVO

Después de quince misiones en el Mediterráneo y después de rescatar a más de 25.000 personas, Òscar Camps asegura que las operaciones que llevó a cabo Open Arms entre el 16 y el 20 de enero han sido las más duras de todas. Nada que añadir. La organización, que debe luchar contra ejércitos y mafias, contra protocolos y restricciones, contra murallas y olas, hace años que trabaja en este foso que es una fosa: el Mediterráneo que no une sino que funciona como una excavación profunda para evitar que ellos entren en la fortaleza europea, y que se convierte en cementerio de personas sin nombre y sin papeles, de personas que ni siquiera tendrán un breve en las noticias porque nadie sabrá de dónde y cuándo zarparon y nadie sabrá, tampoco, en qué cuadrante del mapa se han ahogado.

Òscar Camps explica que las cifras oficiales no resultan creíbles: nadie es capaz de asegurar que las barcazas que ellos rescataron fueran las únicas que, esos días, intentaban ir de Libia a Europa. «Quién sabe si no había otro barco con 500 personas más que simplemente ha desaparecido». Simplemente. Open Arms se hizo cargo de unos 600 náufragos y pudo salvarlos a casi todos. No fue casual, porque ellos estaban allí (siempre están), pero sí lo fue porque podían haber navegado (no son omnipresentes) unas millas más allá o más acá. ¿Cuántos que desaparecen en la nada, en la oscuridad del mar y por culpa de la oscura culpa de todos nosotros?