Primera consideración. La pizza no es un patrimonio inmaterial de la Humanidad, o al menos no lo es en un sentido genérico. Quiero decir que no lo son las pizzas del Telepizza, sino la manera de hacer pizzas, sobre todo en Nápoles. «El arte tradicional de los pizzaiuoli napolitanos», como acredita la Unesco. Así, de acuerdo, porque deberíamos partir de la base de que «inmaterial» significa sin materia, algo etéreo o vaporoso o que no se pueda tocar o que sea difícil de mantener en un estado sólido. El flamenco, por ejemplo, o los 'castells' o la Patum de Berga. O la dieta mediterránea, que se define a partir de determinados productos, pero que, en sí misma, no es algo que pueda calificarse de material, si es que alguien es capaz de calificarla de algún modo. 

Segunda consideración. La'baguette', ahora que los franceses también quieren que sea patrimonio inmaterial, creo que no debería entrar en la categoría porque, de hecho, es tan material como la Torre Eiffel, aunque, evidentemente, la barra es fungible. La 'idea baguette' quizá sí que valdría: el perfume matinal de la barra de pan estrecha, alargada y crujiente, y el olor de harina de las panaderías que la elaboran.

Si es así, adelante. Para ilustrar la inmaterialidad, sin embargo, yo añadiría un Balthus. El enigmático, triste y cotidiano 'Passage du Commerce-Saint André', con aquel triste, cotidiano y enigmático señor que camina con una 'baguette' en la mano, mientras nos contempla una inmaterial adolescente.