DOS MIRADAS

Acelerados

En la política catalana se vence pisando el acelerador, aunque se salte todos los controles de velocidad y el motor dé muestras de extenuación

Carles Puigdemont, durante su mensaje de fin de año desde Bruselas.

Puigdemont trató de frenar la DUI y sus consecuencias convocando elecciones, pero renunció ante la presión insoportable de los suyos. Ni un paso atrás, clamaban. Había que conquistar la colina, aunque en la cima solo hubiera arenas movedizas. Iceta y Domènech se presentaron a las elecciones del 155 con la palabra reconciliación como bandera. Pero esa enseña no se vende en los bazares chinos ni se exhibe en los balcones para diferenciarse. El acuerdo suena a tibieza, una traición cuando se está en ebullición. ERC abogó por poner un poco de calma al pulso independentista y fue superada por un Puigdemont que ya había aprendido la lección. Se impone la apuesta más arriesgada. Y Ciudadanos ganó las elecciones más por una antítesis que por una propuesta. En la política catalana se vence pisando el acelerador, aunque se salte todos los controles de velocidad y el motor dé muestras de extenuación.

Mientras, la sociedad se cuartea en cristales de aristas afiladas. Grupos con voluntad de serlo y de mirar al resto con ánimo de contrarios. Independentistas, constitucionalistas, tabarneses… Unos y otros culpándose de esta aceleración continua que provoca la parálisis real del país. La propuesta federalista no se vislumbra en el horizonte. Sencillamente, porque no está al final de esta vía. Pero sigue siendo la única posibilidad capaz de asimilar a todos los grupos. En algún momento tendremos que desacelerar y pensar.