DOS MIRADAS

Solo una noche

Hay niños, sumidos en la pobreza, a quienes no llega el oro, el incienso y la mirra de la solidaridad

El éxodo de los hombres a las ciudades en busca de trabajo ha convertido a la mujer en el principal motor de los hogares rurales. Durante la época de sequía, las mujeres pasan el día entero fuera de casa buscando alimentos y agua; hecho que les obliga a dejar a sus hijos solos durante horas sin nadie que les cuide y les dé de comer hasta que ellas vuelvan. / Pablo Blázquez (Save the Children)

En nuestras calles, los Reyes Magos llegan una sola noche. Cargados de magia y magnificencia. Noche de ilusiones y sueños, de susurros y leyendas.

En otras calles, el milagro llega noche tras noche. Sin magia ni esplendor. Impregnado de sucia realidad. Sabemos sus nombres: Save the Children, Open Arms, Médicos sin Fronteras Save the Children, Open Arms, Médicos sin Fronteras y tantas otras. A veces, vemos los rostros que dan sentido a esas organizaciones. A veces, nosotros mismos colaboramos con ellas. Como podemos, como queremos. Y, a veces, se nos atragantan las lágrimas al contemplar su lucha contra una muerte siempre ávida de almas. Rostros de niños desnutridos, cubiertos de sangre y polvo de las guerras, aterrorizados en medio de un mar que quiere engullirlos. Niños que lloran, niños solos, niños perdidos, niños que han aprendido a odiar cuando solo les tocaba jugar. También rostros que ya han perdido el aliento. Pequeños a quienes no ha llegado el oro, el incienso y la mirra de la solidaridad.

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¿Y ya está? ¿Debemos conformarnos? ¿Cuántos niños hubieran muerto el año pasado si no hubiese sido por las oenegés? ¿Cuántos padres hubieran llorado su pérdida si no hubiesen existido personas dispuestas a arriesgar sus vidas para salvarlos? ¿Hasta cuándo eximiremos a la política de su responsabilidad? Los intereses económicos laceran la piel del mundo mientras las oenegés tratan de curar las heridas que causan. Se parece a la magia, pero solo es compromiso.