SECUELAS DEL 'PROCÉS'

Todos los afectos del desafecto

Somos muchos, a un lado y otro del Ebro, que queremos una sociedad más justa, igualitaria y respetuosa

Un helicóptero sobrevula el Palau de la Generalitat, aún con las dos banderas.  / FERRAN NADEU

Parecía un amor loco. Una pasión intensa, pero pasajera. Una aventura tan efervescente como fútil. Pero pasan los años y las encuestasencuestas certifican la pervivencia de ese amor. Inasequible a los errores y a las contradicciones. Se pone como fecha del idilio la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el EstatutTribunal ConstitucionalEstatut, la puntilla a una desafección gestada a base de desprecios e incomprensiones mutuas. Pero nada es tan sencillo. Y bajo la 'estelada' se esconden afectos muy diversos. Amores incluso opuestos, que ahora caminan juntos para ser más fuertes, esperando el momento de separarse. 

Opinión exprés

21-D: Nada ha cambiado

No se entiende el 'procés' sin el afecto esencial. La defensa de aquello que conforma la identidad colectiva: lengua, cultura, historia… En una España que no ha sabido mirarse y admirarse en toda su diversidad, la uniformidad es el refugio de los conquistadores. Aquel "españolizar a los niños catalanes" fue algo más que una frase impropia, fue la verbalización del desencuentro.

Problema global

Junto a la mirada clavada en lo que fuimos y lo que somos, hay otra que mira al futuro. Y no le gusta adónde vamos. El 'afecto rupturista' ha atraído a todos aquellos que, ante la evidencia de un sistema injusto, de un modelo económico y social que nos quiere esclavos, consumistas y alienados, buscan otras formas de gestión. Y exploran alternativas más humanas y solidarias, alejadas de modelos podridos por la corrupción. El problema es global, pero ¿por qué no empezar desde aquí?

Sin estar tan intrincado en la política, está, simplemente, el afecto a los míos. La necesidad de formar parte de una corriente colectiva, de no quedarse fuera, de estar donde ahora toca… Y la lista no acaba. También hay otros afectos más oscuros, más viles. Pero no podemos convertirlos en únicos, ni hacerlos extensibles a dos millones de personas.

Si se quiere reparar la desafección, algunos de los afectos que han confluido en el 'procés' pueden ser el motor de otra España. Somos muchos, a un lado y otro del Ebro, que queremos una sociedad más justa, igualitaria y respetuosa.