LA CLAVE

No solo el humo ciega los ojos

En la apelación tribal del nosotros-ellos de los nacionalismos, la razón se queda por el camino, los ojos cegados por el humo de los corazones inflamados

Oriol Junqueras, Marta Rovira y Carles Puigdemont, en el Parlament antes de su destitución y disolución. / ALBERT BERTRAN

Los nacionalismos desprenden un humo denso que, como en la composición de Jerome Kern, rey de Broadway en los años 30 y 40, ciega tus ojos. Los tuyos, los míos y los de aquel, los de Pedro, María, los de Juan y José, que cantaba el gigante uruguayo Daniel Viglietti.

Los nacionalismos apelan a la emoción, a ese sentimiento ancestral basado en el binomio excluyente nosotros-ellos. En esta apelación tribal, la razón se queda por el camino, los ojos cegados por el humo de los corazones inflamados.

Este fenómeno lo conocen bien los apóstoles de las patrias y de los patriotismos. El humo distrae con gran efectividad a las masas de todo aquello que no es de interés para la causa de la Fe Única y Verdadera o bien discute o desvela las auténticas razones de los catequistas.

Atención a los asuntos perentorios

Con los ojos cegados por el humo, no vemos o no prestamos la atención que merecen muchos asuntos perentorios. Los escándalos de corrupción, saqueo y rapiña que cubren hasta el cuello a las derechas catalana y española quedan velados tras el flamear de las banderas.

No hay cortina más opaca que una bandera. Tras ellas desaparecen o se pretende hacer desaparecer asuntos principales como que el Estado nunca recuperará 40.000 millones de los más de 50.000 inyectados a la banca en el 2012, mientras que la hucha de las pensiones tiende de forma imparable a cero.

O que más de 170.000 personas esperan una intervención quirúrgica en Catalunya, un 3,4% más que hace un año. ¿Qué fue del cacareado plan de choque con que el conseller destituido y huido Antoni Comín iba a reducir en un 10% las listas de espera?

O que España es el segundo país de la UE, detrás de Chipre, donde más se ha disparado la desigualdad económica desde el inicio de la crisis: los primeros ejecutivos de las compañías del Ibex cobran de media 112 veces más que sus empleados.

O que parece que la crisis ya pasó. No para los asalariados (en el 2015, más del 13% de los empleados en España estaban inmersos en la pobreza), no digamos ya para los parados.

Pero nos tienen donde quieren: silbando la melodía de Kern.