GEOMETRÍA VARIABLE

¿Un Bad Godesberg del independentismo?

La bilateralidad podría ser una forma elíptica de renunciar a la independencia a corto plazo

Carles Puigdemont y Marta Rovira, en el hemiciclo del Parlament. / JULIO CARBO

En 1959, el SPD alemán, cansado de obtener buenos resultados en las ciudades y los estados federados pero perder las elecciones alemanas frente a la democracia cristiana, decidió abjurar del marxismo y proclamar --en el programa de Bad Godesberg, ciudad cercana a Bonn-- que se inspiraba en el deseo de justicia social y la filosofía clásica.

¿Puede el independentismo hacer ahora su Bad Godesberg, cuando las dos Martas --la Pascal del PDECat y la Rovira de ERC-- hablan de abandonar la via unilateral y abrazar la bilateral? De pasar del "nosotros nos vamos", del simpático Joan Tardà en el Congreso, a negociar con el Estado. La bilateralidad podría ser una forma elíptica de renunciar a la independencia a corto plazo, porque ningún Gobierno español (del PP o del PSOE) estará por la labor y Europa habla (Juncker) del veneno nacionalista. Y de reconvertirla en un objetivo sin plazo determinado.

La socialdemocracia ya inventó esta fórmula con lo del programa máximo --la propiedad pública de todos los medios de producción-- y el programa mínimo. Por ejemplo, las vacaciones pagadas en la Francia de 1936 o la nacionalización de la siderurgia del laborismo británico.

Están preparados intelectualmente los actuales dirigentes independentistas --que han mostrado una supina ignorancia política-- para iniciar esta hoja de ruta. Seamos realistas: el programa máximo es una confesión clandestina de cuasi-renuncia. Si la socialdemocracia hubiera aplicado su programa máximo, habría liquidado la economía de mercado que ha creado más progreso económico y social que el estatismo soviético.

Difícil que el independentismo esté maduro para esa ruta, que sus incondicionales juzgarían traición, y que pasaría por reclamar y negociar junto a Miquel Iceta --un clásico y orondo socialdemócrata-- más autogobierno. Primero, porque no está unido como el SPD bajo Willy Brandt, sino dividido en tres ramas mal avenidas a las que solo une el dogma (la independencia) y porque una de las ramas (la CUP) se niega a la bilateralidad.

Segundo, por el lenguaje corporal. No rima que Marta Rovira denuncie un día que el Estado español les amenazó con muchos muertos en la calle y dos días después quiera negociar con ese Estado. Puede ser hoy conveniente para Esquerra, pero es poco creíble. Ni es coherente que Marta Pascal sugiera nostalgia del gradualismo de CDC y deje hacer una lista maximalista a Carles Puigdemont, sin mas sustento ideológico que el nacionalismo populista que atribuye todos los males al enemigo exterior: el Estado español.

Conclusión: el secesionismo debe madurar y la fórmula segura es perder elección tras elección, como le pasó al SPD con Konrad Adenauer, el legendario democristiano. El problema es que Albert Rivera e Inés Arrimadas --inteligentemente combativa-- se identifican más con España. Y que Iceta --más del tan catalán como español-- es socialista. Aunque cree que ha nacido para pactar. Algunos dicen que ahora las siglas del PSC tienen dos lecturas: Partit dels Socialistes de Catalunya y Partit del Seny Catalá.