Pequeño observatorio

Un apunte sobre caminos y escenarios

¿Quién es el director que se encarga de ese gran montaje teatral que se desarrolla en la calle?

Madres con niños han de apurarse para cruzar un semáforo de la calle de Aragó. / CESAR CID

Era ya la tarde y yo estaba escribiendo en una habitación que daba a la calle. Buscaba una palabra en el diccionario. Y de repente me he parado con la sensación de que pasaba algo. Sencillamente, era el ruido de un camión, un motor poderoso, una trepidación que parecía que terminaría derribando la fachada de casa.

Desaparecido el camión, he vuelto al trabajo, hasta que ha llegado la hora de ir a dormir. (Paréntesis: la 'hora de acostarse' es, en mi caso, una hora bastante elástica). Cuando al día siguiente me he levantado aquel camión que avanzaba en la soledad naturalmente ya no estaba. Pero otros iban pasando. Y caminaba gente por las aceras, y estaban abiertas las tiendas y el taller de automóviles, y el café y el estanco.

Actores anónimos

Y he pensado que aquel trozo de mi calle era un escenario. Y que pasado el chaflán había otros. Un escenario o una decoración continua y variable, en la que aparecían y desaparecían cientos de actores anónimos que hacían su papel.

¡Qué escenario, la calle! Gente que camina hacia la derecha o hacia la izquierda. Gente que va deprisa y gente que va poco a poco. Gente que se para a mirar un escaparate. ¿Quién es el director de este montaje teatral?

Pasa una pareja que no se mira. Pasa una pareja que avanza sin prisa, con las manos entrelazadas. Hay quien se abre paso dando empujones.

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Una calle es un camino y a lo largo de la vida cada uno de nosotros hace su camino. A fuerza de empujones o con una placidez francamente agradable. Hay quien camina de puntillas, para no hacer ruido, para pasar inadvertido, con buenas o con malas intenciones. En aquellos tiempos en que eran más populares los adagios se decía que «todos los caminos llevan a Roma».

Ahora sabemos que no es cierto, porque hay caminos que nos engañan, que son tentadores, que pueden deslumbrarnos y podemos caer en un barranco.