El comercio callejero ilegal –el conocido como top manta– resume como quizá ningún otro fenómeno la complejidad de la globalización: muchas personas, en las sociedades occidentales, sucumben a la tentación de comprar productos muy bien falsificados y baratos, lo que permite subsistir a inmigrantes en situación precaria pero perjudica al comercio local que paga impuestos, con lo que más pronto que tarde se daña el tejido productivo. Es una lógica infernal que es difícil romper, sobre todo porque el estado de necesidad es lo que empuja a quienes no encuentran otra alternativa que esta venta al margen de la legalidad. Por eso hay que saludar con esperanza iniciativas como la que toma cuerpo en el Raval barcelonés: la apertura, en la librería Veus amb Veu, de un espacio donde inmigrantes venderán productos elaborados por ellos mismos en un marco de economía solidaria y de transformación social. Empezarán con prendas textiles, pero también con incursiones en la serigrafía y el catering. Es un plan modesto desde el punto de vista cuantitativo, pero importante como demostración de que, con esfuerzo, imaginación y apoyos, es posible dignificar la situación de los desfavorecidos entre los desfavorecidos y ofrecerles una salida de la marginalidad. Si la marca Top Manta –en mayúsculas– se hace un hueco, será para celebrarlo. De momento alza el vuelo en el Raval, que una vez más demuestra su vitalidad pese a los graves problemas que lo aquejan.
Editorial
Una alternativa al 'top manta' llamada Top Manta
Hay que saludar con esperanza iniciativas como la que toma cuerpo en el Raval barcelonés
Aziz viste un maniquí con uno de los nuevos modelos de ’Top Manta’. /
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