EDITORIAL

La vuelta del uniforme a la escuela

El uniforme escolar ayuda a la cohesión entre el alumnado porque es una forma de acabar con posibles diferencias y también una solución para economías familiares precarias

Alumnos de P-3 en el colegio Goya de Terrassa, con el uniforme que han estrenado este curso. / NÚRIA PUENTES

En muchos países occidentales es normal el uso del uniforme escolar. Aquí remite a los tiempos de las batas de la época franquista o a determinados colegios privados de clase alta en los que, por ejemplo, los chicos lucen americana, corbata y pantalón. Lo cierto es que el uniforme escolar ha reaparecido en algunas escuelas catalanas bajo otros parámetros y argumentaciones. Ese resurgimiento no obedece a ninguna directriz oficial y sí al consenso necesario entre las partes implicadas: el equipo del centro y los padres de los alumnos.

A favor de una implantación progresiva, entre los alumnos más pequeños y no para los mayores que podrían verlo como una imposición, está que ayuda sin duda a la cohesión entre el alumnado. Es una forma de acabar con posibles diferencias y también una solución para economías familiares precarias porque puede favorecer el ahorro a la larga. El uniforme ayuda, además, a fomentar un deseable sentimiento comunitario, de pertenencia al centro. Y la búsqueda de un atuendo informal y común es un instrumento para acabar con etiquetas sexistas como la del pantalón para niños y la falda para niñas.

Los detractores, mientras, sostienen que se niega la individualidad, la libertad que empieza a manifestarse a través de la manera de vestirse. Es otro punto de vista aunque parece claro que la vuelta del uniforme a las escuelas no tiene, ni mucho menos, las connotaciones de otros tiempos y que su aplicación debe llegar con el consenso preciso.