Varias veces al día pienso en Txell Bonet y Susanna Barreda. Hasta hace muy poco ni siquiera les ponía cara, pero pensaba en ellas. También pienso, con tristeza, en el hijo de Cuixart y Bonet, de meses. Cada noche, cuando me voy a dormir, pienso en los Jordis y me digo: otra noche más encerrados. Porque durante el día, cuando no pienso en ninguno de ellos, y me pongo a trabajar, tiendo una lavadora, leo algunos manuscritos, reviso la agenda, acaricio a Pepa –la cachorra de perro que hemos adoptado– o me ducho, durante el día, cuando no pienso en ninguno de ellos, siguen exactamente donde los dejamos: unas, explicándoles a sus hijos que sus padres han ido a la cárcel; otras, lamentando la ausencia del padre de un bebé; otros, metidos entre rejas, desconozco las condiciones.
Son muchas las horas en las que no pienso en ellos, aunque les dedique siempre algún pensamiento a lo largo del día, y son muchas las horas en que, por muy acompañadas que se sientan, Txell y Susanna son las únicas que tienen a sus maridos en Soto del Real por el independentismo –o el desafío secesionista, como les gusta llamarlo a los que les han arrebatado la libertad de sus maridos–. Son muchas, pero muchas, las horas que esas dos mujeres, que no han ido a la cárcel, han sido también privadas de mucho.
Una mirada decidida
El otro día, cuando les puse cara y les vi el gesto, me di cuenta. Todas esas horas en que yo sigo haciendo mi vida sin considerarme afortunada, ellas han ido tejiendo una complicidad, una dignidad y una fuerza a su alrededor que no podemos imaginar. La mirada es decidida, en las imágenes que circulan de la manifestación contra la cárcel a sus maridos. No, saben que no están solas, pero su coraje va más allá de esa sensación. Que haya miles de personas en las calles sin olvidar a sus maridos será, sin duda, un gran apoyo moral, pero esas mujeres –y sus familias–, por cómo miran, se habían preparado para este momento. Es el momento de la dignidad, a la que tantos apelamos los últimos días. Sus maridos están en la cárcel y ellas se mantienen firmes y se muestran fuertes. Qué valientes, cuánta impotencia.