DOS MIRADAS

Volved mañana

La iluminación que nos ciega en el teatro no es más que un divertimento si no somos capaces, el público, de atizar después la llama

Los actores rusos en una escena de ’Nit de reis’, de Shakespeare, en versión del director Declan Donnellan.  / POLINA KOROLEVA

Poco antes del final de la función ('Noche de reyes', dirigida por Declan DonnellanDeclan Donnellan), el público aplaude el desenlace feliz de la comedia. Todos acaban casándose con quien toca, que es la manera que tiene Shakespeare de solucionar los enredos causados por la comedia.

'Lo que queráis' es el segundo título posible de la obra, una invitación a la locura y a pensar lo que cada uno desee, con música, eso sí, que es el alimento del amor. A veces tiene esto Shakespeare, que todo acaba bien o que todos mueren sobre la escena, como en 'Tito Andrónico', soluciones dramáticas para terminar la cosa. 

Declaración de principios

Empieza Temporada Alta y un año más se produce el milagro de ver cómo, en medio de todas las dificultades, de todas las tormentas, flota el teatro, el movimiento, el texto, el estallido de aquello que nos interpela. No como "entretenimiento elevado para dar sentido a nuestras vidas" o como "un calor que nunca nos quema porque caduca en la puerta de salida". El teatro, por el contrario, como una cerilla "que no es nada si no provoca un incendio". Son frases extraídas del corto que anuncia Temporada Alta, una declaración de principios.

La iluminación que nos ciega en la sala no es más que un divertimento (feliz o trágico) si no somos capaces, el público, de atizar después la llama. Es decir, entender el teatro como una transformación, no religiosa (o solo íntima) sino cívica, comprometida. Y, como dice Feste, el bufón de 'Noche de reyes': "Volved mañana si no habéis tenido suficiente".