Editorial

Otro buen año de los festivales de verano

Los festivales de verano responden a una necesidad y revierten, como ejes culturales, en la vitalidad y la economía del territorio

Chrissie Hynde, de Pretenders, en su pasada actuación en el Festival de Cap Roig.  / FERRAN SENDRA

La temporada de los festivales de verano se ha vuelto a saldar en Catalunya con un notable éxito de público, que en la mayoría de los casos ha superado el 90% del aforo y  en muchos ha alcanzado el pleno absoluto. Después de unos años difíciles, a causa de la crisis y de la repercusión del aumento del IVA en las actividades culturales, en las últimas ediciones ya se había detectado la aparición de unas cifras excelentes, que este verano se han confirmado y que apuntan a nuevos retos. La variedad de registros de los acontecimientos musicales, y en parte teatrales y del mundo de la danza, permite dibujar un panorama para todos los gustos.

Desde el clasicismo de Torroella de Montgrí a la apuesta de renombre y producción propia de Peralada, pasando por el eclecticismo nacional e internacional de grandes grupos y cantantes de Cap Roig (con una semana más de conciertos) y del festival decano de Porta Ferrada en Sant Feliu de Guíxols, las puntas de lanza de las actividades veraniegas han demostrado una salud excelente. En parte gracias al turismo, a una política de contención de precios y, este año, a una meteorología estable. Pero, sobre todo, como consecuencia de una programación basada en la máxima ambición artística. Los festivales de verano responden a una necesidad y revierten, como ejes culturales, en la vitalidad y la economía del territorio. Su consolidación también ayuda a disponer de referentes para transmitir una determinada marca de calidad como país.