Todos somos...

En la trastienda de las tierras y los asfaltos ensangrentados, hay despachos alfombrados, cuentas millonarias y el 'glamour' de la riqueza sin conciencia

El califa Ibrahim. / AFP

«Los 10.000 millones de contratos» de los estados europeos con Arabia Saudí y los países del Golfo ciegan a los gobiernos e impiden una lucha efectiva contra las raíces del extremismo islámico y «la ideología radical y violenta que transmite Arabia Saudí a los terroristas». La afirmación de Pierre Conesa, exalto funcionario francés especialista en terrorismo, la recogía Eliseo Oliveras en un certero, y aflictivo, análisis de la expansión del extremismo en Europa.

En síntesis, Arabia Saudí y los países del Golfo financian la expansión del salafismo (la doctrina que alimenta el odio y la violencia) para influir en Europa a largo plazo. Los gobiernos europeos no actúan con contundencia contra los focos salafistas para no enemistarse con los señores de los petrodólares. Además, Reino Unido, Francia, Alemania, Bélgica y España tampoco quieren arriesgar sus contratos multimillonarios de exportación de armas a esos mismos países.

Reino Unido, Francia, Alemania, Bélgica y España… ¿Recuerdan los días en que todos fuimos Londres, París, Berlín, Bruselas o Madrid? El terrorismo yihadista, el delirio del Estado Islámico, los conflictos enquistados en África supuran miseria, desesperación y un dolor infinito. Pero en la trastienda de las tierras y los asfaltos ensangrentados, hay despachos alfombrados, cuentas bancarias millonarias y el delicioso glamour de la riqueza sin conciencia. Quizá todos somos víctimas… pero unos más que otros.