La cultura social, proscrita

Catalunya se ha mantenido impermeable a toda forma de organización cultural no jerárquica, no elitista o no asociacionista al viejo estilo

Diada Sant Jordi / ALBERT BERTRAN

Cuando, veinte años atrás, el presidente de Admical, la modélica asociación francesa del mecenazgo, proclamó "o cultura o prisiones", no pensaba en campañas de lectura destinadas a promocionar al promotor sino en la cultura como factor de creación y cohesión social. Mientras en varios países occidentales las iniciativas culturales protagonizadas por los estratos más vulnerables y potencialmente explosivos del cuerpo social han actuado de bálsamo contra los conflictos, han elevado la autoestima y generado nuevas conciencias grupales a partir de la propia expresividad, Catalunya se ha mantenido impermeable a toda forma de organización cultural no jerárquica, no elitista o no asociacionista al viejo estilo, sea dicho con reconocimiento a la capacidad integradora de buena parte de las asociaciones culturales o recreativas del país.

Es bueno recordar que la actividad cultural más interesante del desgraciado Fòrum 2004 fue la exposición del Macba y el Instituto de la Mina (80% de absentismo). Un brote en el desierto. Tan refractario es nuestro mundo cultural a abandonar el dirigismo que ni a los Comuns se les ocurrió introducir la cultura social desde el Institut de Cultura de Barcelona (Icub), aunque disponemos de estudiosos y corpus teórico. Los Comuns concebían la cultura en términos de 'agit-prop' y al ver que no colaba, volvieron al viejo modelo, socialista y 'sociovergente', que tiene el éxito asegurado gracias a la asunción burocrática del poder a través de la gestión del calendario.

Si resulta que el Icub, la más sofisticada maquinaria de despotismo cultural ilustrado, es incapaz de impulsar algo que no controle al 100%, habrá que ir creando un organismo que impulse la cultura social. Con poca gente bien preparada, que la hay, el cambio se notaría enseguida. Y si los municipios se abstienen, que la Generalitat lo incorpore, en lugar de honor y junto a la Hacienda propia, a la lista de organismos del nuevo país que pone en marcha antes del referéndum.