No es fácil ver, observar, analizar, escribir, juzgar, opinar desde las redacciones de Madrid sobre lo ocurrido en el Santiago Bernabéu el pasado domingo. Y yo lo entiendo. Yo creo que aquí somos más locos, más atrevidos, algunos más forofos, pero más libres. Los comprendo. Y mucho. Desde que Carlo Ancelotti nos abrió los ojos a todos desde su libro contando como Florentino Pérez le recriminó y abroncó por no alinear a Gareth Bale, que se chivó, todo está más claro. Y todo quedó cristalino cuando un juicio, muy chungo, sobre corrupción, cómo no, sacó a la luz que el ser superior se compró una web para enviar a sus periodistas a preguntar a su entrenador lo que él quería saber y no se atrevía a preguntarle a su empleado.
Messi le demostró al madridismo que su equipo es tan frágil, que puede perder de la misma manera que él mata a sus rivales
Yo solo digo que aquí ocurre lo de Bale del domingo y nos lo pasamos en grande. Primero, por los servicios médicos, que dan como sano a alguien que aún no está bien. Médicos que intuyen el desastre y porsiaca no abren la boca (porsiaca el presidente les amonesta, expedienta o despide). Nos hubiésemos ¿a qué sí? roto a risas al oir al entrenador del Barça decir que pone a André Gomes «porque le hace mucha ilusión jugar». Es decir que a Lucas Vázquez, Isco, James, Morata y/o Asensio ni les hace ilusión, ni se atreven a pedírselo a su entrenador.
MINUTO 'NOVENTAYRAMOS'
La verdad es que aquellos que aman al Real Madrid deberían estarle agradecido al Barça. Bueno, con estarle agradecido al gran Leo Messi, cumplirían. Porque fue Messi quien con su voracidad, ganas, barcelonismo y sus goles 499 y 500 con la camiseta del Barça, esa que mostró a lo Rey León a la grada del Bernabeu, descubrió que el liderato del Real Madrid es frágil, tan frágil que, en unos minutos, los últimos, los añadidos, los noventayramos, el equipo de Zidane murió de la misma manera que mata, de la misma forma que él ha salvado (no hablo de Kassai, aunque podría) muchos de los resultados de esta temporada.