Romeva contra Goliat

Por muchos favores que pida el Gobierno central, el 'conseller' de Exteriors está ganando la batalla a la diplomacia española con su trabajo discreto y constante

El ’president’ Carles Puigdemont, el vicepresidente Oriol Junqueras y el ’conseller’ Raül Romeva, en el hemiciclo del Parlament. / CARLOS MONTAÑÉS

Queda lejos aquella época en que imperaba la premisa que decía que los trapos sucios se lavan en casa y que, casi siempre, era una estrategia para que el fuerte pudiera seguir aprovechándose del débil sin interferencias. Estoy hablando, también, de política: es lo que pasaba en la relación Catalunya-España cuando se decía que era un asunto interno del Estado español.

Por suerte, esto ya ha pasado a la historia: ya nadie cree que el conflicto entre los dos gobiernos por el referéndum sea un asunto casero después de que se hayan posicionado François Fillon, candidato a la presidencia de Francia, el Deutsche Bank en su informe de febrero, la Fundación Konrad Adenauer vinculada a la CDU alemana de Merkel, la agencia Fitch considerando el referéndum catalán como uno de los elementos relevantes del 2017 y después de que cuatro parlamentos --incluyendo el de Westminster-- hayan creado grupos de discusión sobre Catalunya. Ya no hay duda: el proceso catalán ha pasado de asunto interno a asunto internacional, y hoy la carpeta catalana está sobre la mesa de los despachos más importantes de Europa y del mundo.

CONTRAOFENSIVA DIPLOMÁTICA

El primero que externalizó el conflicto fue precisamente el exministro de Exteriores José Manuel García-Margallo, cuando en el 2014 envió un memorando contra la consulta del 9-N a todas las embajadas españolas. Allí comenzaba una contraofensiva diplomática que llevó al Gobierno español a gastar energía y recursos públicos en desacreditar al Ejecutivo catalán explicada por el mismo Margallo en el plató del programa 'El Cascabel' de 13TV, donde habló del "esfuerzo que ha costado y los favores que debemos a una cantidad de gente por haber logrado que hagan las declaraciones que han hecho".

Estos últimos días, la batalla exterior ha vuelto a ser noticia. La diplomacia española ha reaccionado con virulencia al éxito de la acción del 'president', Carles Puigdemont, y del 'conseller' Raül Romeva, que en lo que llevamos del 2017 ya han visitado Bruselas, Roma, Londres, Eslovenia y Estados Unidos, más la visita la semana pasada de dos congresistas estadounidenses partidarios del derecho a la autodeterminación. Han sido días de nervios en Madrid, y hemos visto cómo las presiones del Gobierno español hacían posicionar al Centro Carter y obligaban a la embajada de EEUU a hacer un comunicado dando su apoyo a una "España fuerte y unida". No hace falta ser un Einstein de la política ni de la diplomacia internacional para ver que detrás de este comunicado están las presiones del Estado; de nuevo los favores de Margallo ahora dirigidos por Alfonso Dastis.

Pero, por muchos favores que pidan, Madrid no lo consigue y Romeva está ganando la batalla al Goliat de la diplomacia española con su trabajo discreto y constante. El Estado le ayuda cada día negándose a negociar nada y respondiendo con los tribunales, pero sobre todo le ayuda algo tan obvio como es que, en los países democráticos, votar es normal y los referéndums se ven como un ejemplo de democracia y no como un trapo sucio que se tenga que lavar en casa.