EL AUGE DE LA ULTRADERECHA

¿El fin de Europa?

La extrema derecha señala a culpables fáciles y propone recetas expeditivas primarias ante la parálisis política comunitaria

De izquierda a derecha, los líderes de la ultraderecha europea Wilders, Petry, Vilimsky, Le Pen y Salvani.  / ROBERTO PFEIL

La Unión Europea está atravesando el momento más crítico de toda su historia por la catástrofe objetiva que supone el 'brexit', junto con el ascenso de la extrema derecha en tantos de sus estados miembros. Hay factores tanto externos como internos que explican este difícil momento: 1) Trump y Putin han dejado muy clara su posición contraria a los intereses comunitarios, y 2) la UE parece incapaz de superar sus límites y contradicciones y rectificar sus errores.

Es este segundo factor el que merece la mayor atención, porque, si Europa estuviera bien unida, las amenazas exteriores se podrían contener con relativa facilidad y las interiores serían combatibles con éxito. De un lado, las autoridades comunitarias siguen ancladas en el cortoplacismo y las recetas de ir poniendo parches, sin una ambiciosa estrategia de futuro, y de otro la derecha radical se aprovecha de esta combinación de pasividad y miopía de los gobiernos europeos

No ha fallado la idea  teórica de Europa sino más bien algunos aspectos de la aplicación práctica de su integración

Más en particular, los ultras crecenultras porque parecen ofrecer una respuesta al 'impasse'. Ante la parálisis política comunitaria y la intocable continuidad de las recetas económicas neoliberales impuestas por Alemania, aquellos han conseguido captar una buena parte del profundo malestar de muchos ciudadanos afectados por la crisis, que no entienden adónde quiere ir la UE y rechazan buena parte de sus decisiones socialmente lesivas. La extrema derecha señala a culpables fáciles (los inmigrantes, Bruselas, la globalización...) y propone recetas expeditivas primarias (cerrar fronteras, abandonar la UE, volver al proteccionismo).

SÍNTOMA DEL ERROR EUROPEO

El auge ultraderechista es un síntoma de que las autoridades comunitarias se están equivocando profundamente y, si no invierten el rumbo de sus actuales políticas, el fenómeno puede ir a más. Por lo demás, es evidente que la integración europea ha sido uno de los acontecimientos históricos más importantes de nuestro continente y, en líneas generales, un éxito indiscutible. 

La construcción europea se hizo precisamente para evitar para siempre nuevas guerras, conjurar cualquier riesgo de volver al totalitarismo y potenciar al máximo los derechos humanos, la democracia y la justicia social. En este sentido, no han podido ser más lamentables y ridículas las anacrónicas declaraciones belicistas del 'tory' británico Michael Howard sobre GibraltarMichael Howard, todo un ejemplo de incomprensión e involución reaccionaria antieuropea. 

La arquitectura institucional  comunitaria necesita una profunda reforma democrática y la UE debe recuperar lo mejor de su tradición, el famoso "modelo social europeo"

A mi juicio, no ha fallado la idea teórica de Europa (aunque el actual repliegue nacionalista pone de relieve los insuficientes esfuerzos por construir una identidad europea), sino más bien algunos aspectos de la aplicación práctica de su integración. Para ser más precisos, este fenómeno de la desafección ciudadana es más bien reciente, se remonta al fin del «consenso permisivo» (hasta finales de los años 80 del siglo pasado era mínima la oposición social a la integración europea) desde los años 90, con el paso de una comunidad económica a una unión con eventual vocación política que nunca culmina.

REFORMA NECESARIA

En conclusión, no se puede combatir a los ultras: 1) copiando con 'moderación' (?) sus recetas, como frenar la inmigración, renacionalizar competencias o volver al proteccionismo, y 2) manteniendo fórmulas políticas y económicas insuficientes o directamente fallidas, sobre todo desde el estallido de la crisis del 2008. 

Es decir, la arquitectura institucional comunitaria necesita una profunda reforma democrática y la UE debe recuperar lo mejor de su tradición, el famoso "modelo social europeo". Más exactamente, necesitamos un verdadero Gobierno democrático europeo, una fuerte regulación de los mercados y una  mayor redistribución social equitativa, sin renunciar a favorecer un sentimiento de real ciudadanía europea.

Sin estos cambios ya improrrogables, el terreno está abonado para que los ultras sigan capitalizando la protesta con propuestas claramente regresivas, antihistóricas y de efectos generales desastrosos para toda Europa e incluso la comunidad internacional.