Editorial

El Día del Pueblo Gitano

En torno al colectivo se ha ido construyendo con el tiempo un cúmulo de estereotipos negativos que ofrecen una versión sesgada de la realidad

La bandera gitana colgada del balcón del Ayuntamiento de Barcelona, este viernes.  / CARLOS MONTANYES

La bandera gitana ondea en el Ayuntamiento de Barcelona y hoy la Font Màgica de Montjuïc se iluminará con los colores de la enseña. Es la forma con la que el consistorio barcelonés se une a la celebración del Día Internacional del Pueblo Gitano. No es un acto tan solo simbólico, ya que el Ayuntamiento pretende seguir la estela del de Sant Adrià y pedirá formalmente que se añadan referencias a la historia del pueblo gitano en los currículums escolares. Se trata, según el Ayuntamiento, de «estar a la altura de la deuda histórica», una deuda de discriminación, olvido y estigmatización.

Es el gitano uno de los colectivos que han sufrido a lo largo de la historia más discriminación y racismo, perseguido prácticamente en cualquier parte del mundo donde estaba. A su alrededor se ha ido construyendo con el tiempo un cúmulo de estereotipos negativos que ofrecen una versión sesgada de la realidad de los gitanos, vinculándolos a la delincuencia, la ignorancia y unas costumbres atávicas que se relacionan a una especie de subdesarrollismo voluntario, lo que no tiene en cuenta siglos de desigualdad e inequidad. En muchas ocasiones, tras llamamientos supuestamente razonables de modernización se esconden voluntades uniformizadoras. Contra ello trabajan muchos grupos dentro del colectivo gitano, sobre todo organizaciones de jóvenes a los que solo cabe ayudar en su tarea de adaptar la realidad gitana a los tiempos actuales sin que ello implique renunciar a su identidad.