El futuro de las metrópolis

Humanizar y naturalizar las ciudades

Hay que recuperar la dimensión humana de las urbes como proyecto colectivo, participativo, acogedor y sostenible

LEONARD  BEARD / LEONARD BEARD

Casi la mitad de la población mundial vive actualmente en ciudades, y para el año 2050 se prevé que alcance el 75%, una cifra que, evidentemente, obliga a un replanteamiento urbanístico para evitar el colapso socioeconómico y medioambiental. Con estas previsiones, en septiembre pasado la ONU se comprometió en Quito a desarrollar una nueva agenda urbana para hacer más equitativas y sostenibles las ciudades. Una agenda que se pone en marcha y que marca pautas a escala mundial.

Y todo ello, teniendo en cuenta que no podemos saber cómo serán las ciudades a largo plazo, pero es obligación de los poderes públicos prever cómo queremos que sean. Debemos tener claro qué queremos defender, cómo debe ser la forma física de las ciudades y también vislumbrar las relaciones sociales y económicas sobre las que se sustentarán. Si queremos plantear la ciudad en términos de progreso debemos trabajar en los ámbitos tanto físico como vital; es decir, naturalizar la ciudad para humanizarla y humanizar la ciudad para socializarla. Una combinación de palabras que supone un complejo sistema de interconexiones, sin el cual las ciudades perderán su identidad y serán espacios donde habitar, pero no espacios donde vivir y convivir. Debemos trabajar para que los ciudadanos quieran estar en las ciudades más que pasar por ellas.

Evidentemente no es una tarea fácil, pero como apunta el arquitecto y urbanista danés Jan Gehl debemos recuperar la dimensión humana de las ciudades para garantizar que estas sean precursoras de igualdad y de una adecuada sostenibilidad y calidad de vida: "Primero la vida, luego el espacio y por último los edificios, al revés nunca funciona", puntualiza Gehl.

CAMBIO DE CONCEPTOS

Esto significa un cambio de conceptualización en todos los ámbitos. A nivel de concepción del espacio público se debe tener en cuenta la cohesión urbana y el equilibrio entre la movilidad, la sostenibilidad y la socialización. Estamos en disposición de impulsar una refundación urbanística para recomponer y remodelar las ciudades, atendiendo y escuchando las necesidades y opiniones de sus habitantes, con el objetivo de que sirvan para socializar y crear vínculos entre las personas.

En definitiva, reordenar el espacio público teniendo en cuenta la utilidad y la usabilidad común. Potenciándolo como un marco de convivencia colectivo con más ámbitos de interacción, con una movilidad más sostenible, con amplios espacios verdes y peatonales o con la recuperación de vegetación en zonas de menor dimensión, que permitan crear ciudades cálidas, respetuosas, inclusivas y acogedoras. Es evidente que si se hacen más espacios para las personas se tendrá más vida pública.

EL ADN DE LA CIUDAD

Y por otro lado, se debe trabajar la piel de la ciudad, el ADN. La ciudad debe ser un proyecto colectivo, donde el ciudadano participe, se implique y decida. Lugares en los que se identifiquen miradas diversas y pensamientos múltiples que los hagan crecer y construir espacios de convivencia, de igualdad, de solidaridad, de innovación y de identidad colectiva. Porque solo así se puede garantizar el futuro de las ciudades. Y en esa cadena se debe crecer exponencialmente hacia la solidaridad, para no dejar a nadie atrás.

Humanizar la ciudad para naturalizar el espacio y socializar la comunidad. Es decir, caminar y construir servicios y proyectos para tener municipios integradores, dignos, protectores, activos en la diversidad y combativos en la exclusión. Para ello, la fuerza de las personas, su compromiso y capacidad es imprescindible. Como lo es también potenciar la creatividad, la emprendeduría, la cultura y la educación.

Si queremos unas ciudades al servicio de la vida, es trascendental conocerlas al detalle: los usos de los espacios, las necesidades de las personas, las carencias, las potencialidades y las debilidades, porque solo de esa manera se puede empezar a crear y a construir espacios de convivencia inclusivos que faciliten los procesos de aprendizaje de la vida en comunidad.

Hay que volver a mirar el espacio público como el corazón de la vida moderna. El futuro urbano se está construyendo cada día y es aquí donde los poderes públicos y los ciudadanos debemos mostrar toda nuestra fuerza para sumar y progresar adecuadamente con la finalidad de alcanzar un equilibrio entre el entorno urbano, el espacio natural y las personas. Solo así seremos capaces de construir ciudades tangibles maduras y combativas que sepan salvar, acoger, integrar y respetar.