"Lo mejor para trabajar con hombres es adaptarse"

Mariangels González ha sido operaria de obra, es decir que ha sido mujer en un mundo de hombres; hasta que el cuerpo le dijo basta

«Es un mundo duro, y yo me lo hice más duro»_MEDIA_1 / NURIA PUENTES

Algo hubo de contagio familiar en la decisión que tomó en su día Mariangels González de ser operaria de obra: su padre -antes de tener un accidente que lo dejó incapacitado-, su hermano y también su tío trabajaban en el sector. Hubo algo de eso, y de que a ella el esfuerzo físico siempre le ha gustado: de modo que a los 18 años empezó a trabajar con su tío. «Y enseguida me di cuenta de que era lo mío -dice-. Estaba feliz manejando el taladro, la mola...» Desde entonces ha saltado de la obra al taller y del taller a la obra, y siempre: siempre fue la única mujer.

-¿La única mujer? ¿Siempre?

-Sí. Nunca me encontré en una obra a una mujer que no fuera arquitecta, o de seguridad, o jefa de obra. Siempre fui la única mujer.

-¿Cómo describiría el mundo de la obra?

-Lo describiría como un mundo muy duro en el que yo era un elemento extraño. Un mundo muy duro, y más duro que me lo hice yo, porque para mí era un reto personal, una cuestión de: soy mujer y hago esta faena y no soy menos que ningún trabajador. No quería que nadie dijera: «Es que es chica». O, cuando trabajé con mi hermano: «Es que es la hermana del jefe». Aunque lo pasara fatal.

-¿Lo pasó fatal?

-Lo pasé muy mal físicamente. Acababa la jornada el doble de agotada que el compañero de al lado, porque a una mujer le cuesta más que a un hombre el esfuerzo físico. Y nunca hice menos: si mi compañero cargaba 80 kilos, yo también cargaba 80 kilos. Entre ellos se decían con toda la normalidad: «Estoy cansado, cógelo tú». Yo, nunca.

-¿La trataban con condescendencia?

-Bueno, había dos situaciones: una en la que me miraban como diciendo: «Esa mujer, qué hace ahí subida», o pensando: «Eso no se hace así». Y luego, los que querían aliviarte la carga. Pero yo siempre fui muy orgullosa y no dejaba que me ayudaran.

-¿Hay baños para mujeres en las obras?

-No hay una sola obra preparada para que haya una mujer, y eso incluye el baño. Lo pasaba mal. Porque yo tenía que ir al lavabo, no era como mis compañeros que podían mear y meaban en cualquier lugar. A veces lograba que el jefe de obra me diera la llave de su barraca y me dejara su baño.

-Me pregunto cuál era su actitud. ¿Qué hacía, mimetizarse?

-Totalmente. Adaptarme y ser como ellos. Hablar de sus temas. Oír comentarios machistas horrorosos y quedarme callada. Incluso decir: «Sí, no está mal esa chica». No podía ponerme en plan de defensa de la mujer porque tarde o temprano me iba a acabar afectando en el trabajo. Lo mejor para trabajar con hombres es adaptarse. Pero bueno, la obra se ha acabado para mí.

-¿Se cansó?

-Físicamente no puedo más. Tengo 38 años y he llegado a mi límite. El cuerpo femenino se desgasta más rápido y yo ya tengo achaques por todo lo que hice: estoy empezando a pagar ese esfuerzo. Siempre hice más de lo que podía y ahora me doy cuenta. No sería tan duro si la mujer estuviera aceptada en este tipo de trabajos, pero...

-¿Sí?

-Cuando hablan de igualdad se preguntan por qué una ingeniera o una periodista no ganan lo mismo que sus colegas hombres. Nadie se pregunta por qué una mujer en la obra no puede cobrar como un hombre.

-Entiendo. ¿Qué le depara el futuro?

-Bueno, ahora trabajo en el almacén de una empresa de artículos deportivos: preparo embalajes, cargo camiones, hago montaje... Trabajo físico, pero menos exigente. Pero tengo mi propio proyecto. Mi propio taller, en mi pueblo, en Sant Celoni.

-¿Para hacer qué?

-Estoy haciendo mobiliario industrial. MGM Iron Crafts. Somos tres, Patricia y Alfonso, que son amigos, y yo. Creo que ya es hora de aplicar todo lo aprendido.