IDEAS

A dónde van los malditos discos en invierno

’Discóbolo’, de Mirón. 

Existe ese disco que protegeríamos con la voluntad marmórea y la postura defensiva del Discóbolo esculpido por Mirón. Podríamos estar al borde de la hipotermia en el Alt Pirineu, pero jamás tiraríamos su carátula a la chimenea. Si voláramos en un aerostático en caída libre y necesitáramos soltar lastre, miraríamos de reojo a los compañeros antes de valorar arrojarlo para remontar.

Algo así debió de pensar Eric Spitznagel, autor del maravilloso libro 'En busca de los discos perdidos' (Contra), cuando entró en la crisis de los 40, esa edad en que a los humanos se les pone cara de Bisolgrip Forte y evocan como si fueran Hölderlin el olor a cerveza cuajada del lavabo de aquel bar de adolescencia.  En su caso, un día se descubrió tristísimo mirando una reedición del 'Doolittle' de los Pixies que acababa de comprar. Ni siquiera podía ponerlo, porque ya no tenía tocadiscos. Entonces entendió que debía recuperar todos los discos que había vendido. No los mismos discos; 'sus' discos. En tiendas que ahora eran academias de kárate, en pujas 'online', en sótanos de locos. Algunos ni le gustaban, como aquel de Bon Jovi en el que (he aquí la clave) su primera novia le apuntó su teléfono.

Eric Spitznagel  entendió que debía recuperar todos los discos que había vendido. No los mismos; 'sus' discos

Hace muchos años, unos amigos de Vilanova i la Geltrú publicaron una encuesta en su fanzine 'Encanal'. Otras localidades del Penedès serán la cuna del vino, pero Vilanova es la del 'vinagre' (en su argot: decir maldades) y también fue una especie de Arcadia Pop con más guitarras que carpetas de 'insti'. Allí se invitaba a jóvenes locales a hablar de discos perdidos o robados. El fuego cruzado fue más virulento que los Hechos de Mayo en la Guerra Civil.

Recuerdo cuando uno de ellos me regaló un álbum de The Chemistry Set. En la portada, un tipo en traje y corbata flotaba en una espiral de animales mitológicos y globos de colores. Procedimos a poner el elepé y a recrear la portada en vivo y en directo. Aquel disco, sin embargo, había desaparecido al día siguiente. La posesión más breve de la historia. Apenas lo toqué. Y, sin embargo, lo echo de menos: más que ese disco, ese momento. A la gente con la que bailé y brindé justo así y justo entonces.

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