Vivir mejor

Lo que cuesta estar sano

Ser el más sano del cementerio cuesta muchos sacrificios. Pero merece la pena aplicarse aunque sea imposible hacerlo del todo bien

Coches a su paso por la Ronda de Dalt, cerca del Nus de la Trinitat. / RICARD CUGAT

Hace años, cuando aquí todavía no se había alcanzado el conocimiento público de lo que era la vida sana, alguien muy cercano ya me hablaba de ecologismo y de los peligros de toda una serie de multiplicadores ambientales que nos perjudicaban. Poco a poco fui adquiriendo conciencia de la gran cantidad de productos que dañaban mi salud y, sin embargo, de lo difícil, por no decir imposible, que resultaba protegerme de ellos. Mi añorado amigo Bigas Luna, un ecologista convencido y practicante, decía que cuidarse era un síntoma de progreso. Así que, entre opiniones y consejos, me convencí de lo beneficioso que sería cuidarse. Y es que es de ignorantes no poner empeño para que nuestras condiciones de vida sean mejores y más duraderas.

La polución es el más popular de los enemigos, y de los más nocivos: al parecer, el 92% de la población vive en lugares donde se superan los límites fijados por la OMS. Estoy seguro de que los que respiramos en Barcelona tenemos muchos números de ir por el mal camino. Otro enemigo muy popular es el alimentario. Ya sabemos que los pesticidas, las grasas saturadas y el exceso de azúcar, entre otros, son fatales para el organismo. Hay factores, como las ondas electromagnéticas, que por intangibles son menos conocidos, y sin embargo hacen mucho daño: nuestro wifi, o el del vecino, las antenas de telefonía, los móviles o el horno microondas son un ejemplo. Hace algún tiempo, un zahorí detectó bajo los cimientos de mi casa una corriente freática, que, según dijo, es peor que tener una torre de alta tensión pegada a la oreja. No olviden protegerse de los ácaros que se esconden en moquetas y cortinas, capaces de provocarnos alergias muy molestas, ni de los plásticos tóxicos que liberan sustancias nocivas por toda la casa.

Una cosa es segura: ser el más sano del cementerio cuesta muchos sacrificios. Pero merece la pena aplicarse aunque sea imposible hacerlo del todo bien. Eso siempre que una central nuclear no reviente y se nos lleve a todos por delante. Salud.