El Ayuntamiento de Barcelona cedió a los estudiantes de Bellas Artes de la UB la plaza –una plaza… ese espacio público donde los ciudadanos pasean, se comen el bocata y los niños corren– del Fossar de les Moreres para una instalación artística. La obra, 'Foc de llar', era un homenaje a las personas sin techo, a los hombres y mujeres que arrastran un carrito de supermercado con lo poco o la nada que les queda. La instalación estaba formada por esos carritos que la noche del viernes y del sábado debían iluminarse simbolizando el calor del hogar. Solo duró un día. El sábado, la tropa de los guardianes de las esencias sufrió un ataque colectivo de hipertensión y sacaron lo mejor de sí mismos para acabar con la profanación.
La obra creaba una bella unión: los caídos en una guerra con los caídos del sistema. Pero nuestros soldados de la patria se han arrogado la propiedad de los símbolos y no pierden la ocasión de crucificar todo lo que huela a sacrilegio nacionalista. Pero una cosa es el respeto a los símbolos y otra la histeria pacata y majadera, la cortedad de miras. Es evidente que, para ese puñado de exaltados, 'Foc de llar' fue solo una excusa para señalar a los adversarios políticos y acusarlos de malos patriotas. Demasiado histrionismo ridículo. Demasiada paranoia absurda. Qué triste. Y qué pena por Barcelona, si la ciudad no es capaz de defender su espíritu de provocación frente al alma pusilánime y beata de una 'tieta'.