Dos miradas

Otro 9-N

Si la consulta del 2014 hubiera sido un fracaso por una baja participación, Mas, Ortega y Rigau no estarían hoy inculpados

Concentración de apoyo a los acusados a las puertas del TSJC. / DANNY CAMINAL

Imaginemos otro 9-N. Quiero decir que practiquemos la ucronía, lo que habría podido pasar si no hubiera pasado lo que pasó. Esa mañana fría y soleada de noviembre, los dos millones largos de personas que se levantan con la idea de ir a votar, de introducir una papeleta en una urna de cartón, consideran, la gran mayoría, que no vale la pena desplazarse hasta los colegios electorales porque lo que se ha montado no es un referéndum sino una opción festiva y sin vinculación –un «simulacro inútil y estéril», como se dirá después– y prefieren aprovechar el día para pasear o para ir a una feria de panellets. Y tampoco van a votar los abuelos en silla de ruedas ni los nietos que les acompañan, ni la gente que simplemente quiere expresar una idea política en un país democrático. Imaginemos y pensemos cómo habría sido la comparecencia de Artur Mas esa misma noche, aturdido ante el fracaso ostensible de aquella manifestación a la que solamente asisten unos cientos de militantes radicales y de profetas deslumbrados por la santa independencia. Imaginemos el reconocimiento de una derrota, la constatación de una torpe jugada.

Si hubiera sucedido eso, Mas, Ortega y Rigau hoy no estarían inculpados. ¿Dependía, pues, este juicio incongruente y agitador, de la cantidad de los convocados el 9-N, del eco que tuvo, y no del sentido de lo que se proponía o de la desobediencia que ahora se discute? Parece que sí. Esta es la verdad.