Mentiras, no "hechos alternativos"

La Administración Trump, en guerra con los medios de comunicación, quiere fabricar una realidad paralela para acabar de idiotizar a la población

Donald Trump muestra una de las órdenes que firmó el martes 24 de enero sobre los oleoductos. / Pool

Como el lenguaje articula el pensamiento, al novelar la sociedad totalitaria que a su juicio se avecinaba George Orwell reparó en que la lengua común no podía ser la misma que la empleada en democracia. Por eso escribió, en forma de breve ensayo, 'Los principios de la neolengua', con la que el régimen totalitario del Ingsoc pretendía modelar la mente de los miembros del partido único. En la 'neolengua' la ortodoxia era 'goodthinkwise' (bienpensadamente), malo era 'nobueno' y 'buensexo' significaba castidad. 

No consta que Donald Trump haya leído '1984' --ni ninguno otro libro--, pero alguno de sus colaboradores sí parece haberse inspirado en la premonitoria obra de Orwell a la hora de ahormar la 'neolengua' del 'neorégimen' estadounidense. Entre los principales hallazgos léxicos de la Administración Trump cabe reseñar el acuñado el domingo por la asesora de comunicación Kellyanne ConwayKellyanne Conway, quien, para justificar las falsedades voceadas la víspera por el nuevo portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, dijo que este se había limitado a presentar "hechos alternativos".

EL MANTO DE LA 'POSVERDAD'

Que a la toma de posesión de Trump asistiera más gente que a la de Barack Obama, como aseveró Spicer tras abroncar a los periodistas por publicar lo contrario, no es un 'hecho alternativo'; simplemente es una mentira. Que con la reforma sanitaria impulsada contra viento y marea por Obama, el 'Obamacare', "millones de personas han perdido su seguro", como sostiene Conway, no puede catalogarse como un dato "alternativo" a las estadísticas reales, sino como una pura y simple falsedad. 

 

No es Trump el primer líder que se sirve del embuste como arma política. Lo inquietante es el objetivo que subyace bajo el manto de la posverdaddestruir a los medios de comunicación, cuya materia prima son los hechos contrastados, para completar la idiotización de la sociedad estadounidense. Si el presidente de EEUU logra que no haya una única verdad, sino que cada cual tenga la suya, los poderosos como él impondrán su propaganda a la ciudadanía, ahorrándose así la molesta fiscalización periodística. Y la pesadilla de Orwell se habrá hecho realidad.