Hoy se vuelve a reunir el comité federal del PSOE y es hora de hacer un primer balance de la gestora, de tan mal inicio tras la forzada dimisión de Pedro Sánchez. Y el dictamen solo puede ser ambivalente. La gestora lo está haciendo bien, o bastante bien, respecto a la gobernación de España, pero ha avanzado poco, o nada, en la pacificación interna que permita elegir a un líder que relance el partido en las primarias de mayo o junio.
Vamos a la gobernación. El PSOE ha permitido con su voto a favor del techo de gasto que España siga siendo fiable en la UE y que no genere inquietud en los mercados. Y a cambio ha logrado contrapartidas como la subida del salario mínimo subida del salario mínimoen nada menos que el 8%. Subir el salario mínimo no es la panacea, incluso puede ser contraindicado con un paro alto. Pero con el PIB creciendo el doble que en la UE y creándose empleo, es un potente instrumento contra la desigualdad y recuerda que la competitividad exige contención salarial pero no su hundimiento.
Y es curioso. Quizá un gobierno del PSOE en minoría no hubiera podido decretar el aumento del 8% sin que toda la derecha -política, económica y mediopensionista- se rasgara las vestiduras. Impuesta al PP, ni Aznar la ha atacado directamente.
Por otra parte, en alianza con Podemos, o con C’s, o con los dos, el PSOE está haciendo que el PP rectifique las medidas más extremas de su mayoría absoluta: LOMCE, 'ley mordaza'… Aunque quedan asuntos delicados e importantes como la revisión de la reforma laboral -que pese a sus inconvenientes ha dado frutos- y los presupuestos del 2017. Pero tanto el presidente de la gestora y de Asturias, Javier Fernandez, como el líder parlamentario, Antonio Hernando, colaborador estrecho de Sánchez hasta hace poco, han tenido cintura y capacidad de negociación.
EL FRENTE INTERNO, ABIERTO
Pero el balance es deficiente en el frente interno. Con un partido dividido fue un error -que solo sirvió para aumentar la crispación- ordenar la abstención de todos los diputados. Rajoy salía solo con la abstención (¿voluntaria?) de unos cuantos. Y la división de aquel voto, sumada al espectáculo del dantesco y televisado comité federal de otoño, son hipotecas con duras cláusulas suelo. Se sigue hablando de la candidatura de Pedro Sánchez, que no supo mantener un mínimo de cohesión, o de Susana Díaz, la líder andaluza a la que se cree inductora del 'asesinato'. Ninguno de los dos parece una buena fórmula para cerrar heridas pero tampoco surgen terceros candidatos con ganas y credibilidad.
Y al PSOE no le sobra tiempo pues la guerra Iglesias-Errejón en Podemos -que ha ayudado a que la erosión socialista en las encuestas sea pequeña- no será eterna. Pero la gestora -alérgica a Sánchez- tampoco puede convertirse, sin dañar más al partido, en el comité electoral de Susana Díaz (ya lo parece un poco), o impulsar a un tercer candidato. 'Asesinar' a un líder es un lío -como diría Rajoy- y al PSOE le cuesta superarlo.