Dos miradas

Feminista

La opresión de clases y la de género son caras de una misma explotación

La alcaldesa de Barcelona,  Ada Colau , a su llegada al Centro Nacional de Memoria Histórica, el pasado 14 de octubre en Colombia. / LEONARDO MUÑOZ

Primero, una lección rápida para despistados (los machistas cenutrios pueden abandonar aquí mismo). El feminismo no es el credo de un conjunto de señoras enfadadas que odian a los hombres y lucen pelos en el sobaco. Más allá de los prejuicios (alentados de forma interesada por el poder), es una lucha por la igualdad, por el respeto a las personas independientemente de su condición y sus preferencias sexuales y, a partir de ese combate, por la humanización de la sociedad en su totalidad. Que el capitalismo y el patriarcado hayan ido de la mano no es casualidad. Sobre la dominación secular de la mujer, el hombre ha erigido su poder. La opresión de clases y la de género son caras de una misma explotación.

«El gobierno de Barcelona se declara feminista», afirma Ada Colau. Y esta declaración puede quedarse en una simple etiqueta. O convertirse en un camino por el que ya se está transitando (políticas contra la violencia machista, a favor de la conciliación, ayudas a familias monoparentales…). O ir mucho más allá y ser un sólido relato político, una auténtica fuerza transformadora y vanguardista.

Bajo el prisma del feminismo, pasar de lo simbólico a lo social y de este a lo global. Desde repensar los espacios públicos a las actividades económicas que fomentar. Desde la educación a la política cultural. Un eje vertebrador que repiense el 'modelo Barcelona' y que ahonde en la justicia, la igualdad y la dignidad.