Me fascina leer encuestas. No las de intención de voto (qué aburridas), las otras. Las que hablan de asuntos cotidianos. Me interesa saber, por ejemplo, que el 64% de la población mide entre 160 y 180 centímetros. Que un 34,4% se acuesta entre las 11 y las 12. Que el 21% nunca come dulces. Me fascina que, requeridas a puntuar su felicidad de 0 a 10, un 50% de personas se otorguen un notable (7 u 8). Solo un 6% se suspende. Me pregunto cómo será la vida en los extremos: entre los 10,8% «absolutamente felices» (¡cuántos!, jamás lo hubiera dicho) o entre ese 0,2% de «totalmente infelices».
Ahora sé que vamos mucho más a los bares que a las bibliotecas (para esto no necesitaba encuestas). Un 74% nunca pisa las segundas, mientras que solo un 12% ignora los primeros. Hay un inquietante 21% que no va jamás al peluquero. Los museos, bibliotecas, iglesias, pubs y polideportivos tienen en común la falta de interés que les profesa como mínimo el 60% de la población. En cambio, el 31% va todos los días al parque.
Esto de los parques es muy inesperado. Sus asiduos prefieren los más cercanos, van caminando y no tardan ni cinco minutos. Los visitadores de pubs o centros comerciales, por contra, usan el coche y tardan el cuádruple. Al parque se va mayoritariamente en pareja o en familia. Una vez allí, según las estadísticas, ocurren cosas: dar o recibir consejos (el 15,3%) o encontrar trabajo (un 0,8). Si alguien necesita consejero debe descartar bibliotecas, peluquerías, bares o centros comerciales. Si busca trabajo, que vaya al bar o al polideportivo, pero jamás al cine o la librería. Será porque el tema principal de conversación de los bares es el empleo (dice un 33,9% de los preguntados) mientras que en los parques se habla de familia, en las peluquerías «de todo» y en los cines --como en las iglesias-- «de nada en particular».