Cuando yo terminé el bachillerato se me presentó una elección muy reducida. En aquellos tiempos las opciones profesionales eran pocas. Derecho, Medicina y más minoritariamente Ingeniería. Dejo de lado, claro, el caso de quienes habiendo terminado el bachillerato como instrumento de culturización se dedicaban a incorporarse a una empresa familiar.

Han pasado muchos años y hemos asistido a una revolución impresionante. Leo en este periódico que los estudios de grado -término que en mi tiempo no existía- son muy diversos: Ingeniería Biomédica, Ingeniería Eléctrica, Ingeniería Electrónica, Industrial y Automática, Ingeniería de la Energía, Ingeniería Mecánica, Ingeniería Química, Ingeniería de Materiales... Si añado los másteres y programas de doctorado encontramos, entre otros , el programa de doctorado en Polímeros y Biopolímeros. Podríamos añadir estudios impensables en mi tiempo: Programa Erasmus Mundis Joint European Doctoral Programme y Advanced Materials Science and Enginnering. (Es posible que no haya escrito correctamente estos títulos que para los estudiantes de mi generación parecen títulos de ficción. Como la nanotecnología).

Todo esto no es más que una demostración de cómo se ha enriquecido el mundo del aprendizaje, efecto del éxito progresivo de la especialización. Yo admiro a los estudiantes de hoy que son capaces de explorar unas materias que cuando yo era joven no existían. También cuando yo era joven tenía mucho éxito una zarzuela, 'La verbena de la Paloma', en la que se cantaba: «Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad...».

Las ciencias de mi juventud no tienen nada que ver con la actividad científica de hoy, que es una demostración extraordinaria de la capacidad humana de investigación en los campos más diversos. Los científicos de hoy son capaces de explorar lo que nunca se había explorado... Es cierto que ciencia forma parte de paciencia.