Editorial

Ada Colau, activista y alcaldesa

La dirigente no olvida sus orígenes en la PAH y enerva a la Generalitat con sus críticas a un desahucio en Sants

Aunque los desahucios por impago de la hipoteca han descendido notablemente porque hoy la legislación impide los métodos expeditivos que se usaron en los primeros años de la crisis, siguen siendo muchas las familias expuestas a perder el techo, porque no pagar el alquiler (una situación bastante extendida) permite un desalojo más fácil que no pagar el préstamo hipotecario. Y uno de estos desahucios ha dado lugar en Barcelona a un agrio enfrentamiento institucional entre el Ayuntamiento -para ser precisos, la alcaldesa- y la Generalitat. Ada Colau ha recuperado su condición de activista antidesahucios y ha criticado con dureza a los Mossos por ejecutar con aparatosidad el desalojo de una mujer y sus tres hijos menores en Sants. El Govern y -hecho insólito- los propios Mossos han replicado airadamente a las diatribas de la alcaldesa, que consideran infundadas e injustas.

Ada Colau está imprimiendo un perfil propio muy acusado al ejercicio de la alcaldía, como ya era previsible cuando accedió a ella. Su personalidad no deja indiferente, y el hecho de que su grupo, Barcelona en Comú, ganase en mayo del 2015 las primeras elecciones a las que se presentaba acrecienta la novedad del estilo. Aunque gobierna en minoría (o, según sus detractores, precisamente por eso), la alcaldesa se ha trazado una línea de actuación clara, y pese a que sería apresurado y temerario asemejarla con Pasqual Maragall, hay quien ve paralelismos en sus liderazgos, acrecentados por la posibilidad cierta de que también Colau acabe saltando de la política municipal a otra de ámbito superior.

Su calculada ambigüedad en el debate soberanista-independentista avala esta hipótesis. Estas especulaciones, y las de un posible pacto de los 'comuns', ERC y la CUP han incrementado el recelo de CDC (hoy PDC) hacia Colau, que ayer rebajó el tono del enfrentamiento con el Govern. Este es el telón de fondo del rifirrafe, cuyo corolario principal es que la alcaldesa no ha perdido sus referentes de activista, lo que es encomiable, aunque hoy no puede actuar como cuando era portavoz de la PAH. Pero no hay que perder de vista que los desahucios siguen siendo un grave problema ante el que la mejor respuesta es la coordinación y la suma de esfuerzos. El Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat pueden y deben circular en la misma dirección.