DOS MIRADAS / PEDERASTIA EN LOS MARISTAS

Las letras perdidas

Un empleado del colegio de los Maristas de Les Corts-Sants tapa una pintada en la entrada del centro escolar, el pasado 5 de febrero. / JULIO CARBÓ

No hay pintura que lo cubra. Ni disolvente que acabe con la afrenta. Sí, son culpables. Culpables los pederastas confesos. Culpables los directores de los colegios que callaron e hicieron callar. Culpable la orden de los Maristas, que ocultó a los agresores y abandonó a las víctimas. Culpables el sistema policial y el judicial que no protegieron al más débil. Y culpable, al fin, una sociedad que miró hacia otro lado. Quizá no le llegó el eco del dolor. O quizá permaneció subyugada ante la supuesta superioridad moral de una jerarquía religiosa que, demasiadas ocasiones, ha ligado su honor a la ruindad de los pederastas.

Mientras un rodillo cubría la palabra culpables de la fachada del colegio, las letras se hacían invisibles. Huérfanas. Perdidas. Como se sintieron durante años los niños que pasaron a ser hombres. Adultos que, a pesar de los años, no lograron librarse nunca de su piel infantil mancillada. EL PERIODICO hizo suya la causa de Manuel Barbero, el padre de una de las víctimas. La investigación periodística consiguió la confesión de tres pederastas y los testimonios de decenas de víctimas que, al fin, rompieron un silencio de años. La justicia da por prescritas la mayoría de las denuncias. No habrá condena para algunos de los pederastas confesos. Pero en estas páginas, y para todos los que queremos saber, las letras perdidas pudieron encontrar su refugio.