El añorado Manuel Vázquez Montalbán dejó escrito que no hay una sola Barcelona, sino muchas. Y aunque lo dijo refiriéndose a la diversidad social y cultural de la ciudad, el certero aforismo sirve para analizar lo que hoy EL PERIÓDICO describe en las páginas precedentes. El infierno que viven los vecinos de la zona de Trias Fargas / Moscou, en la Vila Olímpica, debido al uso extremadamente incívico de una zona de transición entre lo público y lo privado ejemplifica la facilidad con que un tranquilo entorno residencial puede trocarse en un escenario de sórdida prostitución callejera, borracheras y suciedad. Una situación que no es nueva -recuérdese lo vivido hace unos años junto al mercado de la Boqueria- y que viene favorecida por un factor objetivo como es que Barcelona es abigarrada y compacta. Pero esta condición urbanística solo permite explicar lo que sucede, no justificarlo ni mucho menos tolerarlo. Lo que está ocurriendo en esa parte de la Vila Olímpica es insostenible, y al Ayuntamiento de Ada Colau le corresponde afrontarlo con decisión. Aunque los episodios de incivismo se iniciasen años atrás, bajo otros gobiernos municipales, es ahora cuando han adquirido más virulencia. Tras las polémicas por el Banc Expropiat de Gràcia y la extensión descontrolada del top manta en la Barceloneta, y cuando el debate sobre el uso intensivo de la ciudad por el turismo no está cerrado, el Ayuntamiento no puede perder de vista que se debe a los vecinos, de los que emana su legitimidad.
Editorial
Incivismo desbocado en la Vila Olímpica
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