Las series y el tiempo

Pronto habrá que encontrar una traducción para el concepto inglés de 'binge-watching', tan de moda en todas partes. Hay quien lo traduce por “teleadicción”, pero es inexacto. Literalmente, 'binge-watching' vendría a ser “mirar con un exceso compulsivo”, de borrachera visual, y se refiere sobre todo a la acción de ver toda una temporada de una teleserie en una semana o, en casos más extremos, de una sola sentada. Antes veíamos las series con un ritmo semanal, soportando el suspense durante siete días, pero los deuvedés y la televisión digital han traído más libertad. De hecho, esta forma de entregarse a una ficción se parece mucho a la lectura de una novela que no puedes dejar. El lector o espectador creen controlar el ritmo con que quieren saber lo que ocurre, y quizá por eso la traducción debería jugar con la idea de “devorar una serie” o “tragársela”.

Hace unos días, precisamente, la cadena Netflix presentó un informe en el que analizaba los hábitos de sus clientes y confirmo lo que ya sabíamos: que la mayoría de telespectadores caen en el 'binge-watching'. El estudio resaltaba que, cuando se trata de 'thrillers' y series de terror, como 'Breaking Bad' o 'The Walking Dead', les dedican dos o tres horas diarias, o más si cabe. En cambio, con los dramas políticos o históricos, como 'House of Cards' o 'Mad Men', se lo toman con más calma. También como en literatura, pues, el estilo y la complejidad argumental exigen otro ritmo.

No hace mucho vi la cuarta temporada de 'The Americans', espléndida y triste como nunca, con los conflictos familiares y sentimentales de los espías rusos cada vez más enrarecidos por su vida excepcional. Estábamos en 1983 y una de las subtramas se refería a los soldados que morían en la guerra de Afganistán. Esos días estaba leyendo 'Los muchachos del zinc' (Debate), el reportaje que Svetlana Alexiévich dedicó a esa guerra. Durante dos días la lectura y la serie coincidieron en mi vida y luego se alejaron de nuevo. La serie avanzó con su ritmo trepidante y la lectura de esos horrores reales -el llanto de las madres, el odio de los soldados que vuelven, el dolor de los tullidos- todavía sigue conmigo, sin concesiones.

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