La rueda

Hacia la irrelevancia

Si finalmente no se celebran debates será por culpa de los otros. Como siempre pasa

Y ya estamos otra vez donde siempre, dando vueltas y más vueltas a la misma peana. España es como Sísifo. Nos vemos condenados a subir la maldita piedra de una política inútil y estéril solamente para verla rodar cuesta abajo justo cuando parecía que, esta vez sí, íbamos a coronar la cumbre y conseguir hacer algo de provecho con ella.

De los productores de «vamos a reducir el gasto en campaña para que los españoles no paguen las consecuencias de nuestra inutilidad» llega ahora "yo iré a todos los debates que me inviten y sin condiciones». Los partidos políticos se reúnen para anunciar pomposamente que van a reducir su gasto pero no el nuestro, dado que no renuncian ni a un euro de las subvenciones públicas cobradas y por cobrar después de repetir las elecciones y despilfarrar una legislatura en cuatro meses.

Los candidatos proclaman a diestro y siniestro su disposición a acudir a todos los debates y en todos los formatos. Hasta el propio Mariano Rajoy se apunta, aunque haya sido lo suficientemente honesto para admitir en voz alta que le causa pereza.

Ya vamos arrastrados y sin frenos a la vorágine de ese clásico debate sobre los debates que tanto gusta a nuestros invencibles líderes políticos. Seguramente porque resulta más confortable hablar de eso que de subir o bajar los impuestos y a quiénes, cumplir o no cumplir el déficit cueste lo que cueste, o derogar o no derogar la reforma laboral. Lo irrelevante siempre suele resultar lo más cómodo.

El final de la historia ya lo conocen o se lo pueden imaginar. Si al final no se celebran debates será por culpa de los otros, como siempre. No se formó Gobierno por culpa de los otros, no se va a hacer una campaña limpia y transparente donde podamos saber quién financia a quién por culpa de los otros y, en general, el mundo va mal siempre por culpa de los otros.